"La bala que acaricia el corazón", de Pedro G. Jara

Por Lilian Elphick

La bala… me llega por correo postal. El cartero no toca ni una ni dos veces; simplemente lanza el sobre hacia el jardín. Y llueve. Pero La bala… se salva del barro y de las fauces de cierta loba que vive conmigo.

De este libro me impresiona todo: el formato grande para una nanonovela (*); la foto de portada; el diseño de interiores. Son 18 capítulos de menos de una página. Se urden varias historias con tan pocas palabras. Cada personaje tiene derecho a la vida, por así decirlo. Y viven, se mueven dentro de la esfera de la violencia, afilando sus cuchillos, preparando la venganza:

Lalo Díaz tomó la pistola y luego colocó la bala: «Ve y mata, te facilito mi pensamiento, mi sangre fría y mi dedo índice. Ve».

Guardó el arma en la cartuchera, a la altura del corazón. Se detuvo frente al espejo que le devolvió un rostro duro, como cincelado en cortes rectos. Tomó un poco de gel y lo aplicó a sus cabellos indómitos que adquirieron un aire de viento congelado. Luego salió de su casa dando un portazo. Se encaramó sobre su sedán negro, acelerando mientras una nube de neumáticos quemados quedaba en suspenso.

Los perros de la vecindad ladraron asustados y uno de ellos aulló apuntando su hocico al cielo.

(Capítulo 8, página 10).

El que tiene el silbato del afilador es Pedro Guillermo Jara: nos seduce totalmente con La bala que acaricia el corazón. Lo mejor -recordando los consejos de Edgar Allan Poe- es que este texto se lee de una sentada y, luego, dan ganas de releerlo, armar el puzle nuevamente.

Pedro G. Jara, connotado microcuentista valdiviano, ingresa en un nuevo género literario de modo cautivador. Démosle la bienvenida.

 

(*) ¿Qué es una nanonovela? Su autor nos dice lo siguiente:

«La nanovela tiene las mismas características que la novela, su hermana mayor: un par de historias paralelas que se entretejen y finalizan al mismo tiempo, en coro, para bien o para mal. Puede haberlas “de acontecer, de personaje y de espacio”1.

La diferencia es que en la nanonovela se narran historias concentradas, como en el pequeño planeta del Principito, donde no falta nada, con todas sus cosas en orden y sin deformaciones al nacer.

Y puede haber nanonovelas “con narradores en tercera persona objetiva, retórica, subjetiva, autorial, personal, de testimonio, en segunda persona, omnisciente, narrador-observador”2 y en donde, además, se pueden producir mezclas de niveles de lenguaje o narradores.

Las historias de las nanovelas son concentradas, de peso específico, pequeños astros en donde el tiempo y el espacio cumplen las mismas leyes que en la novela.

Estas mismas características son válidas para los personajes, con la diferencia que se debe poseer la capacidad de describir un solo rasgo distintivo, un solo gesto que dé cuenta de la personalidad de dicho personaje, en su decir, en su actuar, y que sea más que suficiente para describirlo.

Al igual que el artista plástico o un dibujante capaz de delinear al ser humano con un solo trazo, un fragmento significativo de él –un puño alzado, los lentes ópticos trizados de Lennon, una estrella roja en una boina, un pasamontañas y una pipa-, el nanonovelista debe recurrir a la misma estrategia, dibujando con las palabras la historia, el tiempo, el espacio y los personajes, en su esencia. De este modo, el lector deberá tener la habilidad para re-armar la fragmentación propuesta en todos los niveles, para transformarse en un lector participante, cómplice y activo».

 

El autor/ Valdivia, 2009

 

1 Anatomía de la novela, René Jara y Fernando Moreno; Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972.

2 Ibídem.

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La bala que acaricia el corazón

Autor: Pedro Guillermo Jara.

Ediciones Kultrún, Valdivia, Chile. e.kultrun@gmail.com

Junio 2010.