Por José O. Paredes (Desde Washington, EEUU)
Nadie escapa a su destino. (Sófocles, Edipo Rey).
Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. (Antonio Machado).
Un fantasma recorre España y no son los de Goya. Pero sí los cielos de España están negros y los cubren oscuros nubarrones, el tormento del pasado. Los huesos húmeros de los que habló Vallejo siguen pudriéndose en las cunetas y en las fosas donde fueron enterrados por los asesinos de Francisco Franco. No hubo justicia para ellos en ese instante, tampoco ayer, menos después de 1977 cuando se promulgó la ley de amnistía para salvaguardar a la dictadura que dejó todo bien amarrado al igual que la ‘nuestra’. La lección venía del otro lado del Atlántico para los asesinos criollos, con amnistía incluida, la que todavía anda a la caza del hombre. Es una historia conocida como bien lo dice Serrat en su bellísima canción Mil años hace.
Es de esperar que no pasen mil años para que se haga justicia, tanto allá como acá. El brazo de la ley es largo, también el del olvido; estamos tan llenos de paradojas, los españoles y nosotros, los que quieren el borrón y cuenta nueva, y a la primera de cambio salen de sus madrigueras a morder cual hienas que vuelven de esos tiempos, los descendientes de los asesinos, seguidores del golpista… Y así nos vamos por el declive. Porque los inquisidores han seguido agazapados y a la primera de cambio salen a la superficie desde sus cloacas; lo demuestra el odio al juez Garzón, al juez Guzmán. Pasó en Chile en 1998, pasa en España en el 2010.
El juez Baltazar Garzón nos hizo el enorme favor cuando ordenó la detención por crímenes contra la humanidad de ‘nuestro’ Franco. La persecución al dictador la hizo dentro de las leyes de España y las internacionales, es historia conocida ese asunto. Y he aquí la paradoja, y la vergüenza para España: se puede hacer uso de la ley española y la internacional por crímenes contra la humanidad en otros países, pero no se puede usar para perseguir los propios. Más de 100.000, ¡cien mil! asesinados esperan que la justicia llegue a tocar a las puertas de sus esqueletos, es decir a las fosas sin nombre donde los amontonaron antes o después de asesinarlos los inmisericordes.
Y es desde ese punto donde los que hicieron el crimen, quieren cometerlo de nuevo al poner ante la justicia al juez —tal vez el único que ha tenido la valentía en España de ponerle frente a tanto crimen que no ha sido investigado—, por, justamente hacer causa con los deudos y querer investigar esos casos que aún esperan ser desenterrados para decirnos cómo murieron; para que sus sufrientes les den una digna sepultura y por fin descansen en paz. Ellos y sus familiares tienen derecho a la paz, el derecho de vivir en paz como lo cantó Víctor Jara.
El pasado condena a España como condena a Chile: las venas están abiertas. Mientras no se haga justicia, no habrá paz en nuestros países. Y no justicia en la medida de lo posible, en el caso de Chile; que la ha habido, sin embargo, pero no al cien por cien como debiera ser: pocos son los criminales que han pagado sus crímenes a cabalidad y demasiados andan sueltos por las calles del país. Mientras no se resuelvan todos los crímenes, la herida seguirá abierta en nuestros países.
Se ríen los facho/falangistas porque el supremo ha puesto al juez Garzón en el banquillo de la ‘justicia’ española por haber osado abrir causa judicial a crímenes cometidos por la dictadura de Franco. Lo sacó del caso, más bien ha dicho “no ha lugar” y no se abrió causa, y el encausado es el juez. Han dado razones ‘jurídicas’ que no vienen al caso comentar, ya lo han hecho muchos otros, incluso una editorial del New York Time en que dice que son los crímenes de la dictadura de Franco los que hay que investigar no al juez que quiere hacer justicia a los muertos y a los familiares.
Pero no reirán por mucho tiempo los que ríen en España, porque la caja de Pandora que es el pasado de Franco y de paso de España, se abrirá, más temprano que tarde, de la mano de la Justicia Argentina a la que familiares de asesinados y otras instituciones acudieron el 14 de abril a presentar una querella criminal contra los crímenes de la dictadura franquista —los que aún no han muerto— para que con las leyes contra crímenes de lesa humanidad, se persiga los que fueron cometidos en España de 1937 a 1977.
Al sentar en el banquillo los jueces del supremo español al juez Garzón están —y esa es la gran paradoja que no justicia divina— sentando a España para que se haga cargo de su pasado y resuelva de una vez por todas la injusticia que sigue persiguiendo a los asesinados y a sus deudos y de alguna manera a la sociedad española que desde la vuelta a la democracia ha mirado para el lado, prefiriendo dejar que los fantasmas del pasado sigan siendo fantasmas. Las pinturas de su periodo negro de Francisco de Goya toman más relevancia que nunca en la España del siglo XXI, que al parecer sigue siendo de guitarra y panderetas.
Y por qué tanto silencio en Chile, que nadie, o pocos, han abierto la boca para defender al juez Garzón que nos ayudó a recuperar el honor perdido —no por el actuar de los poderosos de aquellos años— al poner en prisión al mayor criminal que ha tenido el país, aunque después el socialista inglés, Mr. Straw, lo dejó ir por razones de salud, razón que ni él mismo habrá creído; también sabemos el corolario de ese cuento de diablos. Es que estamos tan lejos de aquellas muertes?; de ese recto Juez que nos quitó los terrores nocturnos al poner en el banquillo en Londres al dictador corrupto, por sus crímenes y robos?; que seguía haciendo de las suyas en el país aún sojuzgado a la bota militar a pesar que estábamos en ‘democracia’?
Genocidio, es el fantasma que recorre los campos de España, como recorre los campos y mares de Chile, Argentina, Guatemala, de Latinoamérica. Franco inauguró la figura del Detenido-Desaparecido, lo que son las consecuencias, las coincidencias, no? Es la hora de España, llegó la hora de hacer justicia y poner en el banquillo a los que tienen que pagar por los crímenes cometidos y de hacerse cargo de su trágico pasado, como lo ha sido el nuestro.
El 23 de abril, la suerte del juez Garzón estará echada, también la de España (lo de sentarlo en el banquillo es, en apariencias, un mero trámite, ya ha sido juzgado por el tribunal supremo, y seguramente no darán paso atrás, por lo que no habrá justicia poética para el juez Garzón; ojalá nos equivoquemos); la libertad tendrá otra cadena en su espalda, y nosotros seremos en unos días más testigos del oprobio judicial. Y viviremos otra paradoja española: el mismo 23 de abril, los jueces estarán dictando sentencia mientras por toda España y en gran parte del mundo hispano-hablante se estará leyendo Don Quijote, porque se celebra ese día al genio de Cervantes. Don Quijote, el paradigma de la libertad, el que lucha por la justicia y defiende a los débiles estará frente a la inquisición que le cobra cuentas al Juez que quiso hacer lo mismo que el personaje de la novela. La realidad, superando de nuevo a la ficción.
Pues a quebrar lanzas los quijotes de España y del mundo.
España que todavía anda en huida hacia adelante no puede escapar a su destino, como bien lo dijo Sófocles al resolver el enigma de la muerte de Layo en manos de su propio hijo Edipo. Sin embargo, porque no hay mal que por bien no venga, aunque con la iglesia topemos, España tendrá la oportunidad de confrontarse a su pasado —la única manera de salvarse de la Peste— haciendo justicia a los que fueron vilmente asesinados durante los años de la dictadura franquista. Así, los ‘Antígonas’ de estos tiempos podrán dar sepultura a los huesos húmeros de sus amados.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…