Por Constanza Rojas V.
La totalidad de los cuentos de este autor chileno está en Baldomero Lillo: obra reunida. Descubra qué hay más allá de «Sub Terra».
Probablemente el cuento «La compuerta número 12» ya pasó frente a sus ojos. Así también «El chiflón del diablo». Pero junto a los dos libros que editó en vida, «Sub Terra» y «Sub Sole», que tanto se conocen, Baldomero Lillo publicó también otros relatos que en su tiempo sólo pasaron por revistas y diarios. Así, en Baldomero Lillo, obra reunida, se espera dar cuenta de este panorama más amplio del escritor chileno que vivió entre 1867 y 1923. En 2008, la U. Alberto Hurtado ya publicó sus obras completas con acabados textos críticos. Ahora RIL, con el apoyo del Consejo Nacional del Libro y la Lectura edita este libro dedicado al público general, a cada casa y lector.
La compilación fue realizada por la escritora Cecilia Palma, y el prólogo por Camilo Marks. «Baldomero Lillo es el mejor cuentista que ha habido en Chile», dice el crítico, y en su estudio inicial destaca no sólo el valor literario del escritor, a quien llama el fundador del relato social nativo, sino también recuerda cómo su obra tuvo grandes repercusiones: «El impacto político, social, ideológico, cultural que tuvieron las obras de Baldomero Lillo se tradujo, desde luego, en un mejoramiento de las condiciones de vida de los mineros de Lota y Schwager».
Los textos no publicados originalmente en libros se incluyen en «Relatos populares», título que les dio José Santos González Vera en 1942. Entre ellos está el cuento «Sub Sole», que curiosamente no formó parte del libro publicado con ese nombre. «Hay cuentos que son muy buenos», dice Marks. «No todos están a la altura de los de ‘Sub Terra’ y ‘Sub Sole’, pero hay verdaderas joyas que anuncian el desarrollo posterior de la literatura chilena». El crítico destaca «En el conventillo», al que ve como una anticipación lo que será la novela de González Vera. «Así también ‘La ballena’, que es un relato muy lindo acerca de la cacería de estos cetáceos, que son una gran riqueza de Chile y no han recogido muchos escritores. Anticipa algo lo que después hará Coloane».
En el prólogo, Marks también se encarga de recalcar que la escasez de educación de Lillo fue sólo en un sentido formal. «No terminó la enseñanza media, pero desde niño fue un lector activo. Leía a Lastarria, Tolstoi, Dostoievsky y Flaubert. Leía de forma omnívora, pero como su estilo es un poco áspero y truculento, hay una tendencia a pensar que tenía una especie de formación panfletaria». También menciona su incipiente labor como novelista con «La huelga», texto que empezó y nunca terminó, pero que según él podría haber sido una buena obra. Y sobre todo, destaca que Lillo es parte importante de la identidad chilena. «Es uno de los escritores más leídos, y parte de la idiosincrasia de Chile. Hay un respeto intelectual, pero también algo muy afectivo ligado indisolublemente al nombre de Baldomero Lillo. Es un escritor entrañable».
En: El Mercurio.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…