Por Ramiro Rivas
El novelista, crítico y académico David Lodge, ya en la década de los noventa, se planteaba la situación del novelista contemporáneo frente a lo estético o lo institucional. Dicotomía que sigue estando presente en la escritura del siglo XXI y que difícilmente pueden funcionar por caminos divergentes.
En el primer término habrá que considerar las cuestiones del género, las experimentaciones formales y estilísticas, las características del lenguaje. En cuanto a lo institucional, Lodge le presta mucha atención a las condiciones materiales de la literatura, es decir, cómo se produce hoy (para el caso el año 92) la literatura, su circulación, su acogida o rechazo. Indiscutiblemente ambos elementos están conectados y la crítica contemporánea no ha puesto el acento necesario en este punto que, en última instancia, afecta o protege al escritor, al creador de la obra en discusión.
David Lodge deja bien en claro la diferenciación que existe desde la perspectiva del crítico (el académico) a la del escritor (el creador). Como él realizó ambas, su mirada es mucho más abarcadora y, podríamos recalcar, más epistemológica. Afirma que tanto el crítico como el escritor se enfrentan a la literatura desde dos escenarios diferentes: descriptivamente y prescriptivamente. Los escritores, por lo general (y Lodge navega en ambos mundos) están con lo descriptivo. Los críticos, que corrientemente –y hasta hoy en día –optan por lo prescriptivo, no pueden pecar más de arrogantes al pretender guiar al creador, en este caso al novelista, cómo debe desarrollar la trama de la historia, lo que a ellos les gustaría que el narrador escribiera, y no lo que el novelista ha creado a conciencia y ha elaborado en quizás cuántas horas de arduo trabajo.
Entre estos críticos prescriptivos no podemos dejar de mencionar a Robert Scholes, al que Lodge respeta y admira, pero no comparte enteramente. En un texto referente a esta temática, cita unas palabras de Scholes en que profetiza, con una certidumbre que intimida, que la novela realista está obsoleta y que los escritores realistas deberían ceder el realismo a otros medios, como el cine, que están mejor capacitados para imitar la realidad más acertadamente. Concluye que la literatura contemporánea sólo debe desarrollar el potencial puramente fictivo de la narración (Verbi gratia: Jhon Barth, Lawrence Durrell, Iris Murdoch, Kart Vonnegut). Vaticinios que no se han cumplido enteramente hasta ahora, puesto que el realismo literario sigue tan vigente como a mediados del siglo pasado. La novelística contemporánea es mucho más pluralista estéticamente que las antecesoras. Las mayores innovaciones van más por el lado formal: el empleo de la fragmentación narrativa, la reflexión autoconsciente, el interés por la historia social y de las ideas, el carácter paródico de las propuestas, la pérdida de la linealidad, la dispersión de la anécdota, la metaficción, ciertas tendencias a acentuar el “yo”, la voz narrativa en primera persona, por momentos más coloquial e íntima. Pluralidades escriturales que han contribuido a la evolución de la novelística contemporánea que es preciso no desdeñar en el momento de sentarnos a escribir nuestros propios engendros.
13-01-2010
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…