Por Miguel de Loyola

“Lo han dejado sólo con todos los pensamientos. ¿Cómo los guardará todos en su cabeza, todos los libros, toda la gente, todas las historias? Y si él no los recuerda, ¿Quién lo hará?”

Las preguntas las formula el protagonista hacia el final del libro, cuando se sabe a las puertas de la pubertad, cuando comienza a descubrir su ser existencial, cuando a través de la muerte y sepultación de la tía Annie, deja de ser un niño y la angustia del hombre lo lleva a preguntar sobre aquello que no hay respuestas concretas, seguras, definitivas como las había hasta hace poco en la infancia bajo el amparo de la madre.  La figura de la madre se exalta en este libro como en pocos: “su madre es como una roca, como una columna de piedra.” La expresión metafórica es también de John, alter ego del propio Coetzee, y donde se focaliza la voz narrativa.

El relato de Coetzee acota la infancia con una morosidad tal que permite la descripción de  sus procesos más íntimos, desde la ternura implícita en las primeras apreciaciones del mundo circundante, hasta los sentimientos de aversión y resentimiento propio del adolescente. John es testigo del fracaso de su padre y de la fuerza de la madre para salir adelante. Además permite al lector conocer parte importante de la realidad Sudafricana, país indudablemente enigmático para quienes vivemos al otro extremo del mundo, y apenas sabemos nada de su colonialismo y de las múltiples razas que confluyen y conviven en un mismo espacio.

¿Debería guardar en secreto su adhesión a Inglaterra? se pregunta John a propósito de su propia situación en medio de la sociedad sudafricana, donde la discriminación y segregación existente comienza a resultarle demasiado evidente, y de la cuál también es parte, debido a su algo dudosa ascendencia y pertenencia a la estructura social sudafricana. Las preguntas del protagonista son tal vez propias de la cultura inglesa, basada en una estructura de castas,  pero agravada su percepción por el roce con culturas diferentes. Allí conviven zulúes, khoisan, blancos, hindúes, malayos y negros. Siendo éstos últimos los más discriminados.

El gran problema del colonialismo inglés  está latente en este libro testimonio, si asumimos que se trata de las memorias del propio Coetzee, pero dada la perspectiva del narrador, la obra trasciende el plano y se proyecta más bien como obra de creación. Un colonialismo que no acepta la mezcla de razas y practica de ese modo la xenofobia, donde hay colegios para los ingleses y para los afrikáner, para los católicos, judíos, protestantes. John está en la media, no es ni lo uno ni lo otro, pero percibe claramente la situación, y por eso la denuncia soto voces. Habla inglés, es el primero de la clase, pero ni siquiera esto le basta para ser parte del círculo de los elegidos. En su regreso a Ciudad del Cabo,  no hay colegios para los de su clase. Todo está debidamente normado, como ocurre en la sociedad inglesa desde tiempos inmemoriales. Sociedades disciplinarias, llama Foucault a las sociedades del 1º mundo, en este caso incrustadas en civilizaciones más atrasadas.

No obstante el problema racial, Infancia es una novela de introspección, una novela que discurre acerca de la evolución de un niño observador, testigo, escritor, en definitiva, como lo será Coetzee. Este niño vive en Worcester, entre las vías del ferrocarril y la carretera nacional. En Poplar Avenue concretamente, muy cerca de Ciudad del Cabo, de donde ha venido su familia a trabajar, después de perder su padre el trabajo y a donde volverán más adelante, después de abrir su padre un bufete de abogado y llenarse de deudas.  El fracaso del padre contrasta con el espíritu emprendedor de la madre, pero también el niño comprende que detrás del hombre fracasado está el ex soldado, sobreviviente de la Segunda Guerra “Desde el día en que su padre regresó de la guerra han luchado, en una segunda guerra en la que su padre no ha tenido  oportunidad de ganar porque nunca podría haber previsto lo despiadado, lo tenaz que iba a ser su enemigo (…)  Pero al mismo tiempo desearía no estar aquí, convertido en testigo de la vergüenza. ¡Injusto!, quiere gritar: ¡Solo soy un niño!”  Es decir, toma conciencia de las dificultades de la vida pero se resiste a ellas, como lo hace un adolescente.

Para terminar, veamos otra profunda reflexión referida a la figura de la madre, propia del adolescente, donde se trasluce su tremenda capacidad de raciocinio emergente, junto a la inseguridad que caracteriza el período: “Esta mujer no fue traída al mundo con el único propósito de amarlo y protegerlo y atender sus necesidades. Por el contrario, ella tenía una vida una vida antes de que él existiera, una vida en la que no tenía ninguna obligación de concederle el menor pensamiento. En un momento determinado de su vida ella lo dio a luz y decidió amarlo antes de que naciera; sin embargo decidió amarlo, y por lo tanto también podría decidir dejar de amarlo.”