Por Ramón Díaz Eterovic
Alguna vez, reseñando las características de la generación literaria a la que pertenezco mencionaba que ésta se había formado sin maestros inmediatos, por cuanto la mayoría de los narradores que nos antecedían y nos interesaban, estaban exiliados cuando acometíamos con los primeros esbozos narrativos, a los inicios de los años ochenta.
La natural y lógica relación inmediata que debe existir entre generaciones literarias se había roto, al igual que la red editorial y de crítica que habría permitido su oportuna y mayor difusión.Uno de esos narradores a los que aludía era Poli Délano, escritor físicamente ausente, exiliado en México, pero aún así, con una presencia significativa en lo que era nuestro modo de enfrentar la literatura, siguiendo, dentro de lo que la dictadura lo permitía, aquellos cauces de vitalidad y entusiasmo que habían marcado la Generación de los «Novísimos» a comienzos de los años setenta, a través de la obra de narradores como Fernando Jerez, Ariel Dorfman, Antonio Skarmeta, Carlos Olivarez, Ramiro Rivas y el mismo Poli Délano, entre otros.
Los libros de Poli Délano circulaban de mano en mano, y muchos de sus cuentos eran referencias obligadas en los grupos o talleres literarios que reunían a los jóvenes narradores de entonces, ya sea en la Sociedad de Escritores o en centros universitarios.
Después, en el año 1984, Poli Délano regresa a Chile y se integra al quehacer gremial de sus pares. Al conocerlo se produce esa ecuación perfecta que no siempre se da y que hace coincidir la obra de un autor con su propia forma de ser. El dinamismo, la vitalidad, el compromiso y la generosidad de sus personajes no tenía otra raíz que la propia personalidad de Poli Délano, quien en varias décadas de constante trabajo narrativo ha llegado a convertirse en uno de los nombres claves de la narrativa chilena, con más de treinta publicaciones a su haber, y reconocimientos internacionales como el Premio Casa de Las Américas y el Premio Nacional de Cuento de México. Sus cuentos han sido traducidos y publicados en numerosas antologías editadas en el extranjero, y su labor de monitor de talleres literarios ha motivado a muchos jóvenes escritores, como ocurrió durante su estadía en México, donde -nos conta- se le valora y aprecia como uno de los maestros de la narrativa latinoamericana.
La presencia de Poli Délano en el Chile de los años ochenta fue un estímulo incuestionable para quienes encendíamos nuestros primeros fuegos literarios. A través de su participación en lecturas públicas, foros, escritura de prólogos, artículos periodísticos, talleres de cuentos, lectura de originales y su paso por la presidencia de la Sociedad de Escritores de Chile fue aglutinando voluntades a su alrededor, reconfirmando la necesidad de ampliar ese compromiso ineludible que todo escritor tiene con su obra y con el tiempo histórico que le toca vivir.
El año 1984, fue también el esperado encuentro con un autor al que habíamos seguido desde sus primeros libros de relatos – «Gente Solitaria», «Amaneció Nublado» y «Uppercaut» – pasando por sus primera novela – «Cero a la Izquierda»- hasta sus obras del exilio: «El hombre de la máscara de cuero», «En este lugar sagrado» y «Piano bar de solitarios». Una narrativa que siempre nos había atraído por su cercanía, por contar historias reconocibles, en las que el amor, la lucha social y la aventura urbana, son sus motivos principales.
En una acertada aproximación a su obra, el crítico estadounidense John Hassett, dice que el «mundo narrativo de Poli Délano tiende a girar en torno a los siguientes temas: el azar como una de las fuerzas más poderosas en nuestra vida; la relación, algunas veces graciosa, otras trágicas, pero siempre muy convincente y humana entre el hombre y la mujer; la soledad, cuya presencia en su narrativa alcanzó mayor intensidad durante su exilio de once años; y finalmente, una notable nostalgia del pasado». Dichos temas se reiteran y recrean desde los primeros cuentos de Poli Délano y alcanzan una profundidad y humanidad notable en novelas como «El hombre de la máscara de cuero» y «Piano Bar de Solitarios. Para Poli Délano, narrar es siempre contar una historia, recrear sentimientos y hechos donde el hombre común está presente con sus pequeñas luchas cotidianas, sus dudas y certezas.
Sus méritos y características creemos que son de sobra conocidas por quienes tienen una visión atenta de la narrativa chilena. Por eso lo que deseamos hacer en esta tarde es expresar el reconocimiento y admiración por un escritor que merece ser destacado por su contribución a nuestra literatura, y porque sus textos y su persona conllevan una enseñanza que pocos escritores en la actualidad saben dar:la literatura es sobre todas las cosas una forma de acercamiento entre los hombres, y el oficio literario, no por ser en esencia solitario, está ajeno a las ideas de amistad, estímulo y solidaridad que deben existir entre quienes lo ejercen.
Mi reconocimiento a la amistad y a la obra de Poli Délano, lo puedo resumir recordando la dedicatoria que escribí hace años en una de mis novelas:” A Poli Délano, maestro en el oficio de vivir y en el oficio de escribir”. Por eso y algunas cosas más siento que este era un homenaje que le debíamos sus amigos y quienes hemos disfrutado de sus libros. Un homenaje que debería ser solo el preludio del reconocimiento que le debe el país y los chilenos a los que con tanto acierto y amor ha retratado en sus libros.
Texto leído por el autor en el Homenaje a Poli Délano, en el Instituto Cultural BancoEstado, viernes 4 de diciembre del 2009.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…