Tres micros de David Roas

Los tres micros que se reproducen a continuación pertenecen al libro Distorsiones, Páginas de Espuma, Madrid, que se publicará en septiembre de 2010.

LOCUS AMOENUS

La tarde es deliciosa. Tras un largo día de calor, una leve brisa refresca el ambiente. Sentado en un banco del parque, disfruto a solas y en silencio de un momento casi perfecto.

El cuerpo de la niña se estrella a mi lado con su característico ruido de fruta madura. Miro hacia arriba. El segundo cuerpo –el de un niño esta vez- cae unos instantes más tarde, a pocos metros del banco. Después cae otro, y otro más. La tormenta ha empezado.

CELEBRACIÓN EN FAMILIA

A Carlota, por sus sueños

La fiesta estaba saliendo tan bien que no sabía cómo decirles que no me iba a suicidar. La felicidad se podía leer en los ojos de todos mis familiares, aun cuando eran conscientes de que ese día yo debía morir. Incluso había venido el primo Braulio, como perdonándome lo mal que se lo hice pasar cuando éramos niños. Fotografías, regalos (no para mí, claro, hubiera sido estúpido), abrazos, botellas de champán abriéndose sin cesar. No recuerdo un momento semejante junto a mi familia. Ni siquiera en Navidad. Lamentaba defraudarlos, pero aquel ambiente tan relajado, ver a todos juntos pasándolo bien, me hizo cambiar de idea.

Al principio lo había tenido claro. Todavía resuenan en mis oídos las palabras del médico: enfermedad incurable, tres meses de vida, dolores insoportables… El suicidio me evitaría la angustia de la cuenta atrás y el sufrimiento físico. Mi familia lo entendió perfectamente. La idea de la fiesta fue de mi padre. Mi madre se encargó de preparar todos los detalles de mi entierro (el ataúd es precioso, hija mía, me dijo feliz).

            No pude esperar a que acabara la fiesta para decírselo. No me parecía justo. Y como había supuesto, todos se enfadaron. Más aún, empezaron a insultarme (siempre has sido una malcriada, nunca acabas nada de lo que empiezas…). Y de los insultos (las muchas botellas de champán, imagino), pasaron a los golpes. El último me lo dio el primo Braulio, en cuyos ojos me pareció adivinar un leve destello de venganza.

Mamá tenía razón: el ataúd es precioso. Y muy cómodo.

REGULARIDAD

El sentido de la realidad se basa en la repetición. O al menos eso afirmaba Roberto R. R., quien, una vez jubilado, decidió organizar su existencia de forma todavía más metódica que la que había marcado los 40 años precedentes de ordenada vida laboral. Sus días eran todos iguales (la recurrencia es orden, se decía), nada alteraba el programa que había diseñado. Ni su mujer, que había adoptado sin protestar sus manías más por amor que por convencimiento de que esa fuera la forma ideal de enfrentarse a su vejez.

            Roberto R. R. cumplía su plan diario a rajatabla. Todo tenía un horario y un ritmo fijos: levantarse, acostarse, comprar el pan y el periódico (las gentes del pueblo ajustaban sus relojes al verlo pasar), los tres paseos por la montaña (el primero, por la mañana, a solas; el resto por la tarde y en compañía de su mujer), la distancia exacta a recorrer en esos paseos, la duración de la siesta (nunca más allá de 30 minutos)… Un plan diario donde no había espacio para la improvisación y que Roberto R. R. acometía siempre con la misma voluntad y regocijo. Era feliz en esa monotonía cotidiana compuesta de instantes eternizados.

Tan cartesiano sistema se vio alterado hace un mes: la muerte lo sorprendió en cama pocos minutos antes de las 7’30 a.m., hora a la que se levantaba como un resorte cada día sin necesidad de despertador. Esa mañana, su mujer pudo dormir un rato más.

DAVID ROAS (Barcelona, 1965) es doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y profesor de dichas disciplinas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Especialista en literatura fantástica, ha publicado, entre otros ensayos, Teorías de lo fantástico (2001), Hoffmann en España (2002) y De la maravilla al horror. Los orígenes de lo fantástico en la cultura española (1750-1860) (2006). Como escritor combina asuntos propios de lo fantástico con lo grotesco y lo absurdo, siempre en busca de una distorsión de lo real a medio camino entre lo inquietante y lo burlesco. Hasta ahora ha publicado el libro de microrrelatos Los dichos de un necio (1996), la parodia de novela negra Celuloide sangriento (publicada como folletín en el Diari de Sabadell en 1996),  Horrores cotidianos (cuentos, 2007) y Meditaciones de un arponero (crónicas, 2008).