Literatura sanadora

Por Martín Faunes A.

El nombre de esta ponencia podría confundir y en medio de esa confusión se podría pensar en la literatura como un arte utilitario para algún beneficio específico y de corto o mediano plazo. Aclararemos de inmediato que no. La literatura es una sola e implica creación y belleza, situación que no es impedimento para que en medio de esta creación y de esta belleza no puedan surgir ciertos aspectos que pudieran resultar sanadores e incluso terapéuticos.

Esta ponencia se refiere a esto justamente, y se nutre con experiencias que en mi caso empezaron a desarrollarse hará unos doce años, cuando, como vicepresidente de una corporación chilena llamada Parque por la Paz Villa Grimaldi, cuyo objetivo era preservar un lugar histórico chileno donde la dictadura de Pinochet había implementado un centro de detención clandestino para torturar y asesinar a quienes la enfrentaban, quise crear un espacio web donde recordar a quienes ahí habían caído. Escribí entonces sus nombres y me pareció insuficiente, qué es un nombre sino apenas un punto de partida para descubrir qué habrá detrás de ese nombre. Quise poner sus fotos, pero no todos tenían fotos y las fotos que había no eran muy buenas. Una mala foto no revela los sueños ni las aspiraciones de quien aparece en ella. Los ojos que muestran rasgos del alma pueden siempre decirnos mucho, pero los ojos marchitos de esas fotografías, en su mayoría de cédulas de identidad deterioradas, poco o nada podían decirnos.

Escribí entonces la historia de vida de esas personas porque entendí que si habían muerto enfrentando a la dictadura, tenían que ser gente valerosa e íntegra. Y no me equivocaba, además yo conocía a muchos de ellos, habían sido mis compañeros de lucha. Empecé a escribir por eso la historia de ésos, los más cercanos, los que conocía, pero no escribí esa historia de los historiadores que habla de cifras, de hechos colectivos, de estadísticas, ésa que despersonaliza. Escribí la historia cotidiana de mis amigos y dije quiénes eran, qué soñaban, para qué eran buenos; y no me detuve, escribí sobre sus amores, sobre sus utopías, sus sentimientos. Obviamente no los conocía todos. Pedí ayuda. Vinieron muchos sobrevivientes a contarme sobre sus compañeros, viudas a contarme de sus maridos, hijas que describían a sus padres. Las historias resultaban desiguales en calidad porque quienes vinieron a trabajar conmigo no eran escritores y les faltaba oficio. Empecé para esos deudos y para esos ex combatientes que habían sido en su mayoría torturados, un taller que llamamos «Las historias que podemos contar» que pronto se convirtió en colectivo, y donde se pudo constatar que esas personas que estaban o habían estado en sufrimiento profundo, al contar sus experiencias dolorosas experimentaban paulatinamente sanación. Y no sólo eso, rompían además con una atmósfera introvertida que los circundaba y en su renacer o en si “rehacerse”, sin olvidar el sufrimiento, empezaban a gozar de la vida. Me pregunto si no vinimos al mundo para ser felices, entonces a qué vinimos.

Por otra parte, fui descubriendo que ellos, o muchos de ellos, especialmente los que habían sido torturados, estaban si no alcoholizados cerca de estarlo; además muchas mujeres eran adictas a los hipnóticos. «Tomo estas pastillas para no tener malos sueños», decían, y yo entendía que lo hacían para pasar rápidamente al nivel de sueño REM, borrándose literalmente sin tener que soñar una vez más con las violaciones de que habían sido objeto. Pero el escribir sentimientos y el hacer con ello catarsis los estaban cambiando, repito. Fui entonces a la universidad para entender todo esto mejor, siendo mi intención ayudarlos aún más sin perder mi objetivo primario que era escribir con ellos la historia del período; hablo de la historia de los desconocidos, de los que se nombran en los libros. Hemos publicado así ya siete libros y sobre quinientas historias de vida en http://www.lashistoriasquepodemoscontar.cl , nombre que escogimos, porque habíamos sido testigos de primer grado de lo que escribíamos, por lo tanto podíamos escribir esa historia si ésa era nuestra voluntad, sumado a que si no la escribíamos nosotros, nadie iba a hacerlo. El sábado presentaré aquí en este encuentro el tercer volumen de la saga «Colección Las Historias que Podemos Contar», donde se narra la historia de profesores chilenos que asesinó la dictadura, un libro llamado «Aulas que permanecerán vacías», el viernes subsiguiente se presentará en la Feria del Libro de Caracas otro libro llamado «Chile: Historias que debemos contar» que ha sido publicado por Monte Ávila en Venezuela, con historias que aparecen en los libros de esta saga.

Así empezó la experiencia, llamada «Las historias que podemos contar» pero lo más importante fue que, como veremos, la sintomatía de las personas en sufrimiento profundo por haber sido torturadas o por haber perdido a sus parientes de manera trágica, se observó que se repetiría en otros grupos de personas y en distintos grupos etáreos como consecuencia de otros también diversos tipos de sufrimiento extremo, algunos de ellos más visibles y otros menos visibles. Entre los primeros incluyo a personas que sufren la drogodependencia, diversos de depresiones, disfunciones alimenticias y también marginación por vejez. Entre los segundos me interesa destacar al caso de las personas que viven en sectores deprivados, sobre todo los niños de esos lugares, cuyo sufrimiento puede no notarse tanto pero está fuertemente relacionado con la llamada «desesperanza aprendida», un concepto acuñado por Óscar Lewis en lo que él llamó «Cultura de la pobreza», hablo de ésa, asociada al bajo autoconcepto que convence a estos niños y a las personas de sectores deprivados de que sin importar los esfuerzos que hagan de igual manera se quedarán pateando piedras.

Entre los sufrimientos extremos que ya mencioné, me interesa adelantar que la adultez mayor en situación de pobreza es importante en esta ponencia porque una de las experiencias que respalda la relaciona con el sufrimiento de los niños de sectores deprivados.

Entrando en materia, nadie duda de que el arte y el trabajo creativo colaboran de manera importante en el mejoramiento de la motivación de vida, de la capacidad de comunicación e introspección, de la expresividad, y por ende de la autoestima. Es más, existe convencimiento de que todo lo que se haga ligando al arte con la mejoría del autoconcepto en definitiva sirve, y cuando digo arte, incluyo a la pintura, a la música, al cine, al drama, a la literatura y a todo aquello que implique creación de belleza. Desafortunadamente si las posibilidades que el arte pueda brindar no logran visualizarse porque no hay una buena conducción o un piso donde apreciar resultados, las personas tienden a abandonar desaprovechando posibilidades.

Actualmente, debido a que la esperanza de vida ha aumentado de manera notable, y con ello ha aumentado también el envejecimiento de la población, sin embargo las representaciones que socialmente se tiene de los adultos mayores, así como los cambios físicos y psíquicos que se producen, hacen que ellos se sientan alejado de aquella sociedad en la que un día participaron, surgiendo sentimientos de inutilidad y vacío, y esto tiene consecuencias importantes en todo orden de cosas. Por ello hoy se hacen muchos esfuerzos buscando resolver los problemas que implican el envejecimiento, enfatizando en temas como: la depresión geriátrica, la soledad y los malos tratos a personas mayores, incluyendo a la demencia.

Los esfuerzos parecen encaminarse todos hacia la reposición del adulto mayor en la sociedad pero ello no es fácil ni sencillo, y nosotros, la Corporación Letras de Chile, hemos apostado a hacerlo buscando para ellos un rol del tipo «admirado por la sociedad», porque con uno como ése podremos trabajar de manera directa sobre la autoestima. En otras palabras, nosotros pensamos que no es lo mismo que un adulto mayor se reintegre en la sociedad vendiendo cebollas que trabajando en ámbitos relacionados con el arte o el altruismo.

Si bien, según Abraham Maslow, todas las necesidades del ser humano están jerarquizadas de forma tal, que se van cubriendo desde aquellas orientadas hacia la supervivencia, ascendiendo a medida que se las satisface hacia otras de nivel superior, no es aventurado decir que para la realidad específica y la situación de los adultos mayores, a pesar de que ellos, si su situación original era de pobreza o aún pobreza extrema, jamás pudieron satisfacer en plenitud ni siquiera las llamadas necesidades fisiológicas ubicadas en la base de la pirámide de Maslow (aquellas con el satisfacer el hambre, la sed, el sueño y el sexo, entre otras), haciendo arte se los ve saltándose niveles para llegar rápidamente a las necesidades de estima y autorrealización, ubicadas en la cúspide. En otras palabras, un trabajo relacionado con el arte y el altruismo parece ser capaz de llevar a los individuos (adultos mayores en este caso) a ser apreciados, valorados y reconocidos, situación que los impulsa a convertirse cada día en mejores con incluso aspiraciones de trascendencia.

La pregunta a hacerse es si por un lado tenemos que en nuestra sociedad hay cada día más adultos mayores y tenemos, también grandes sectores de niños deprivados, marginados del arte y la cultura, ¿será que esos adultos mayores podrían asumir algún papel del tipo creativo en la sociedad que les aportara a ellos un beneficio relacionado con lo que hoy conocemos como neuroplasticidad y a los niños deprivados un acercamiento a la cultura?

Elkhonon Goldberg, neurólogo de la Universidad de New York, autor entre otros del libro «La paradoja de la sabiduría: Cómo la mente puede mejorar con la edad», contrario a creencias generalizadas que afirmaban que la edad producía un deterioro de las habilidades cognitivas, sostiene que el cerebro humano mejora con la edad, y que la actividad mental modifica el cerebro y conduce a lo que conocemos como «sabiduría». La idea contraria que dominaba ampliamente era que a partir de cierta edad, diferente según la biología de las personas, la dotación de neuronas dejaba de renovarse. Enmarcado en esta idea era difícil explicar cómo era que el pintor Joan Miró declarara, al cumplir los 90 años, que estaba pensando en las tareas que asumiría durante su próxima década, o que Charles Chaplin a los 80 pudiera todavía crear música y cine. Habría muchos casos que podrían citarse al respecto, sin desmerecer que estos mencionados y todos los otros que encontremos, por muchos que ellos sean, podrían tratarse de casos especiales; no obstante la explicación vino de parte de Goldberg y ha sido respaldada por varios grupos de científicos: el cerebro se puede regenerar mediante su uso y potenciación. En otras palabras, se puede moldear la mente a través de la actividad. «El cerebro cambia de forma, según las áreas que más utilizamos y según la actividad mental (neuroplasticidad)».

Pero todo esto que ya se sospechaba desde al menos los ochenta, cuando se constató que las mujeres tenían de manera natural más conexiones neurotrasmisores entre el hemisferio derecho y el izquierdo, porque ocupaban el hemisferio derecho para realizar reflexiones, actividad que ellas realizan mucho más que los hombres. Y así mismo se había constatado también que las mujeres que llegaban a puestos ejecutivos en las empresas perdían muchas de esas conexiones para «no perder tiempo reflexionando demasiado», y los hombres que por períodos extensos debían permanecer en actitudes llamadas «defensivas», hablo de minorías sexuales o raciales o de personas de sectores deprivados, «criaban» nuevas conexiones porque su actitud defensiva los obligaba a reflexionar constantemente.

Y había otra creencia en boga hasta hace muy poco tiempo: «la gente nace con determinado número de neuronas y de éstas, las que mueren no tienen reemplazo». A esta creencia hoy se oponen varias aseveraciones: “los seres humanos podemos crear nuevas neuronas a lo largo de toda la vida. Las nuevas neuronas van a parar a las zonas del cerebro que más usamos, por lo tanto la actividad puede moldear la mente. El esfuerzo para crear nuevas neuronas puede incrementarse mediante el esfuerzo mental. Los efectos son específicos dependiendo de la naturaleza de la actividad mental que se realice”.

Esto demuestra la importancia de mantener una actividad mental intensa, y así, como el ejercicio físico protege la salud cardiovascular, el ejercicio cognitivo protege la salud cerebral y es factor de protección contra la demencia y la senilidad. Pero hay más, todo lo expresado conduce a que los cerebros de las personas mayores no se degeneran, sino poseen una evolución particular de acuerdo a la actividad realizada, y ello a quienes ejerciten la mente los convierte en gente «sabia» cuando llega a la vejez. Esto explica el poder de ciertos ancianos en las comunidades primitivas y en otras contemporáneas como las de lejano oriente, pero no explica la tendencia a no respetar las opiniones de los adultos mayores en la sociedad moderna o pos moderna occidental, desaprovechándose así su experiencia y su sabiduría.

Con respecto a la gente que sufre de drogodependencia, ludopatía, compra compulsiva, sexo compulsivo y otras adicciones, así como anorexia y bulimia que son también tipos de adicciones, así como de diversas formas de depresión, nadie negaría hoy tampoco el aporte que representa el arte y las actividades lúdicas en el tratamiento de estas patologías. Sin embargo si no hay una metodología clara detrás de estos esfuerzos la mayor parte de ellos se desaprovechan. Por el contrario, mientras mejor sea la metodología empleada en cuanto a no perder de vista que el objetivo es terapéutico, se potenciarán mejor los aspectos que más nos interesan que en este caso son justamente ésos: los terapéuticos.

A esta altura me interesa mostrar las metodologías que hemos ido descubriendo en talleres que estimulan la comunicación oral y escrita donde los participantes mejoraron sus capacidades de expresión e introspección de manera evidente y, por ende, su autoestima y sus habilidades sociales, pilares en la rehabilitación de todos aquellos que están en sufrimiento profundo. Me interesa mostrar además cómo con talleres o terapias individuales donde se ocupa arte, este arte aumenta la adherencia a los programas terapéuticos, los que además al trabajarse con personas que se comunican mejor y que logran expresar mejor sus emociones, esos programas mejoran también su productividad. Parte de estos logros están registrados en «Cuentos para después de la tormenta», libro publicado durante 2006 por personas en rehabilitación de talleres que dirijo en el Centro Comunidad Terapéutica de Colina, así como en obras teatrales presentadas con éxito y entusiasmo por las mismas personas. Dígase que estos cuentos no son meros testimonios sobre drogadicción o donde se muestran culpas por ella, sino buena literatura realizada en torno al verbo «recordar» –cuyo significado es sentir de nuevo en el corazón-, donde se evocan momentos felices anteriores a la drogodependencia. «Tormenta» es metáfora de lo vivido en tiempos de consumo.

La pregunta ¿por qué utilizar literatura en la rehabilitación de personas en sufrimiento profundo? tiene ahora una respuesta casi obvia pero para aclararlo mejor todo, la responderemos diciendo que las personas en rehabilitación son capaces de decir en un cuento cosas de sí mismo que no las dirían en una terapia corriente. Las personas en rehabilitación que dicen en un cuento cosas de sí mismo que no las dirían en una terapia común, son capaces de leerlas como si se tratara de ficciones en un cuento ante terceros –otras personas en rehabilitación-. Las personas en rehabilitación que dicen en un cuento o un poema cosas de sí mismo y son capaces de leerlas como ficciones en ese poema ante otras personas en rehabilitación, pronto logran reconocerlas como su propia experiencia. Las personas que logran contar en público cosas íntimas al principio como cuentos o poemas pero después reconociéndolas como suyas, logran beneficiarse del comentario de las otras personas en rehabilitación. Las personas que logran beneficiarse del comentario de las otras personas en rehabilitación, aunque esos comentarios no sean los mejores, al notar buenas intenciones se sentirán acogidos y mejorará su adherencia al programa. Las personas que se benefician del comentario de otras personas en rehabilitación y que reconocen buenas intenciones en estos, además de mejorar su adherencia al programa avanzan más rápido y son capaces de compartir esos poemas o esos cuentos, donde estarán registradas todas sus problemáticas, ante personas que no necesariamente estarán en rehabilitación, y cuyo propósito al escucharlos será puramente el gozar con lo literario. Para una persona en rehabilitación, ya sea por drogodependencia o por cualquier otra situación que haya comprometido su auto estima, el sentido de logro al escribir y leer un cuento será un hito importante en su proceso de rehabilitación porque ello mejorará su autoestima. Para un terapeuta el vínculo que se logra al llegar de manera rápida y franca a la historia verdadera del paciente es férreo y más oportuno. Esta manera rápida y franca se puede dar a través del ejercicio literario.

Los párrafos anteriores sugieren un trabajo donde debe haber terapias individuales y colectivas. Esto es: la persona en rehabilitación se sincera en el trabajo grupal, y el terapeuta aprovecha aquello conocido durante el trabajo grupal para llevarlo al ámbito individual. ¿Cómo conseguir todo esto? Con talleres literarios o dramáticos que de verdad motiven a la sinceridad y a la apertura de corazones, ello requiere de terapeutas atentos que puedan percibir y aprovechar lo que se logra decir mientras se crea belleza. Nótese que el ejercicio de la literatura y de la dramaturgia no reemplaza al trabajo terapéutico tradicional, sino son un complemento de éste, pero un complemento de lujo si se logra tomar en serio registrando los resultados de manera sistemática.

Los párrafos anteriores sugieren también un trabajo donde se busca crear belleza y la creación de belleza implica repetición para mejorar textos. Y esto es importante por dos motivos, primero algo evidente: textos mejor escritos son más celebrados por quienes los conocen, cosa que produce alegría en el autor y mejora su autoestima. Segundo no tan evidente: la repetición para mejorar textos y buscar belleza obliga a quien escribe a reflexionar de manera más profunda, y por ende a mostrar su alma también de manera más profunda.

Es interesante hacer notar que la opinión de los pares es de primera importancia porque, como ya lo hemos expuesto, cuando ésta es positiva produce alegría y sensación de logro; pero además, en la ronda de opiniones que se da tras la lectura de un cuento o un poema, surgen opiniones y experiencias que ayudarán al escritor desde el punto de vista literario y el terapéutico, pero sobre todo, al inquirirle detalles lo forzarán a que aumente su nivel de introspección y reflexión con el valor agregado para los asistente de verse reflejados en las problemáticas que el escritor estará exponiendo.

Es interesante hacer notar también que la proyección de futuro y la esperanza son temas que, como aquellos que tienen que ver con el recuerdo, son imprescindibles, ya que la creación sobre ellos los reafirmará. Un drogodependiente en rehabilitación, así como cualquiera que se encuentre en una situación de sufrimiento profundo debe, prioritariamente, orientarse hacia las opciones que pueda tener hacia el futuro y a la esperanza de poder vivir con mayor calidad tras el proceso de rehabilitación. La opción de futuro se percibirá mejor con el recordar que antes de la drogodependencia hubo momentos de felicidad, ello aportará una dosis de esperanza de que en el futuro habrá momentos felices sin necesidad de consumir drogas para lograrlo. Sin embargo la autoestima y el autoconcepto, es el norte más importante; y puede mejorar de manera notable con la sensación de logro que dan la buena literatura realizada, así como el drama cuando puede ser celebrado y reconocido por sus pares.

Describo a continuación el proyecto que anunciara que relaciona adultos mayores con niños deprivados y también con niños no deprivados. La experiencia se llama «Tenemos tanto que contar», la hemos implementado con la Corporación Letras de Chile, y cómo no considerarla maravillosa si a esta altura ha devuelto a la sociedad a casi cincuenta adultos mayores en calidad de «Cuentacuentos», y ha llevado alegría y literatura a sectores de niños en riesgo social por todos los alrededores de Santiago de Chile. Esos adultos mayores rescatados del olvido hoy son artistas contadores de cuentos, varios de los cuales se han convertido en verdaderas estrellas que aparecen en el web y en los diarios, con la consecuente ganancia en autoestima y calidad de vida. Son adultos mayores que «tenían tanto que contar», y este proyecto les dio la posibilidad de hacerlo.

Cómo se gestó esta experiencia. El laureado escritor argentino, Mempo Giardinelli, nos contó alguna vez que pasando por Dinamarca, Suecia y Noruega, vio cómo adultas mayores chilenas, argentinas y uruguayas en el exilio, se habían concertado para contar cuentos en castellano a sus nietos y bisnietos. Su objetivo era que ellos no perdieran su idioma de origen, el idioma es lo medular de la cultura, y esto no sólo les dio resultado sino ayudó además a que esos niños sudamericanos alejados de sus tierras se interesaran también en leer (no sólo en castellano) y empezaran a tomar el gusto a los libros y a la literatura; y por la otra, colaborando además a que esas abuelas sudamericanas descubrieran una razón para continuar viviendo.

Mempo, cuyo centro de actividades es la provincia de El Chaco, quiso implementar la idea porque si bien no existía en Argentina el peligro de que los niños perdieran el idioma, sí, como en Chile, se podía constatar que los niños no tenían gusto ni costumbre de leer. Giardinelli copió así la idea con énfasis en la promoción de la lectura en un ámbito relativamente provinciano donde el tiempo muchas veces abunda y por eso rápidamente consiguió monitoras voluntarias para que leyeran y contaran cuentos, sobre todo a niños que no tenían acceso a libros y a quienes difícilmente alguien iba a lograr interesarlos en literatura. Innovó entonces Mempo reorientando el objetivo del proyecto y la organización que crearon hecho raíces y ramas, se extendió por el noreste argentino, por el oeste, por el sur, llegó a Buenos Aires y pasó a otros países del continente. Se llama «Abuelas Cuentacuentos».

La idea a mí con Julio-César Ibarra y Diego Muñoz Valenzuela, escritores chilenos de la Corporación Letras de Chile, nos pareció genial con un detalle, ¿dónde se podría obtener voluntarios o voluntarias que pudieran ir a contar cuentos y a hacer literatura con la falta de tiempo y la celeridad con se debe hacer todo en la vorágine que es Santiago de Chile? La solución: ¿por qué no recurrir a aquellos adultos mayores de los clubes creados para ellos por instituciones de beneficencia, que son personas que poseen todo el tiempo del mundo y lo único que necesitan para revivir es una actividad que los ennoblezca, con mayor razón cuando mi abuelo fue quien me enseñó a escribir y a contar cuentos?

Fue así como se hicieron contactos con la principal institución chilena que maneja y ha formado clubes de adultos mayores (Hogar de Cristo) y con otra que promueve la vivienda y la cultura (Un Techo para Chile) y comenzó “Tenemos tanto que contar» en 2007 como una experiencia piloto con un taller donde se capacitó a adultos mayores para contar cuentos a niños y niñas. Hablamos prioritariamente de niños y niñas en riesgo social. Hablamos también de adultos mayores que vegetaban alejados por años de la sociedad, no siendo una metáfora decir que sólo esperan el término de la vida; no siendo tampoco una metáfora afirmar que en todos esos años de experiencia que poseen han acumulado miles de historias que, combinadas con literatura oral o escrita, ellos pueden y deben contar. Y pisamos el barro de la marginalidad de Santiago con esos adultos mayores ya capacitados y con ahora una mirada esperanzadora de la vida, plateándonos dos objetivos:

1. Mejorar la calidad de vida de adultos mayores reinsertándolos en la sociedad mediante una actividad respetada y admirada, trabajando así sobre su autoestima.

2. Mejorar la calidad de vida de niños deprivados abriéndoles horizontes a través del libro y la lectura.

Y continuamos en 2008 reproduciendo el piloto con otros ocho grupos de adultos mayores multiplicando dramáticamente el número de aquellos beneficiados y por ende los niños auditores. Esta segunda iniciativa fue posible gracias a que el proyecto fue respaldado por el Estado de Chile lo que permitió contratar a un equipo de escritores para ejercer como monitores que reprodujeron el piloto original.

La tercera versión de este proyecto se realiza en la actualidad y en esta oportunidad se está ocupando un instrumento basado en la escala de autoestima de Rosenberg para cuantificar el grado en que mejora la calidad de vida de estos abuelos que altruistamente acuden a la periferia donde viven esos niños que sin este proyecto difícilmente llegarían a conocer e interesarse en literatura, mucho menos a disfrutar con ella.

Queridas amigas, amigos, colegas, yo los invito mañana al taller que la escritora Laura Antillano, organizadora de este evento, quien me invitara de manera tan gentil a participar con ustedes, me han pedido realizar para que veamos todo esto más en detalle y en lo posible formar como monitores a quienes asistan, para que capacitemos también a adultos mayores en Venezuela y vayamos a pisar el barro periférico promocionando el libro y la lectura entre nuestros niños que son el futuro de nuestra Latinoamérica.

 ***

Ponencia de Martín Faunes Amigo ante el 4º Encuentro Internacional con la Literatura Infantil y Juvenil en Venezuela 2009.Universidad de Carabobo.

(*) En la foto de primera página: Laura Antillano, de Venezuela; Enrique Pérez, de Cuba; Martín Faunes Amigo, de Chile y Carolina Álvarez, de Venezuela.