Desencierro, novela de Juan Mihovilovich, Lom, 2009
Numerosos son los galardones que ha recibido la obra narrativa del escritor y actual Juez de Letras, Garantía y Familia de la localidad de Curepto, Juan Mihovilovich (Punta Arenas, 1951) desde que comenzara a publicar sus relatos y novelas a fines de la década del setenta.
La última condena (Pehuén, 1983); Sus desnudos pies sobre la nieve (Mosquito, 1990); El contagio de la locura (Lom, 2006) –novela que por estos días metamorfosea en film- son algunos de los títulos que avalan a Mihovilovich.
Desencierro, novela publicada recientemente, es una obra desconcertante por varias razones. Primero, porque está escrita como un diálogo entre el protagonista y un interlocutor que no alcanza a tomar la palabra y al que no logramos conocer; ergo; no es un diálogo, sino un monólogo. Segundo, porque tendemos a asociar la novela, como género, con muchas acciones y personajes; en este caso más que acciones lo que abunda son ideas y escasean los personajes –diríamos que están los absolutamente necesarios-. Tercero, porque, aunque suene a prejuicio, livianamente pensamos a la poesía como el lugar exclusivo de las figuras del lenguaje; esta novela nos enrostra esa liviandad de la mano de metáforas e imágenes altamente explosivas y otros recursos retóricos de grueso calibre. Cuarto, porque en medio de este monólogo explicativo confesional en que por momentos se transforma la obra -asistimos a la puesta en escena de parte de la vida del protagonista- nos enfrentamos a situaciones profunda y terriblemente humanas que en más de algún momento nos dejan una sensación de K.O. técnico, es decir, absolutamente mareados y confundidos; en ocasiones podríamos decir, incluso, algo asqueados. Nada más revelador que esa conjunción de sensaciones. Quinto, porque dadas las sensaciones descritas, por momentos esperamos una suerte de salvavidas, o un tubo que nos oxigene y, por el contrario, seguimos la lectura y nos hundimos un poco más en ella y en esa atmósfera densa y sofocante que se nos presenta. Aquí es preciso destacar el efecto conseguido mediante la supresión de descripciones espaciales y la escasa entrega de referencias temporales que nos dejan, más aún, a merced de las dudas y cuestionamientos que estructuran la novela. Sexto, porque la alegoría del encierro –el involuntario y el otro- se encuentra tan presente en diversos niveles de la obra, que muchas veces dudamos de nuestra propia lectura –nuestra reconstrucción de la historia- y esa duda nos lleva con pasmosa frecuencia de la pregunta por la trama, a la pregunta por nuestros propios encierros y desencierros. Séptimo, podríamos seguir, pero es preferible que lo intenten ustedes…
Resumiendo, Desencierro es una novela compleja; que no otorga concesiones. Presenta un manejo del lenguaje y una descripción de ambientes notables y nos obliga, por momentos, a pausar la lectura y tomar aliento. A más de alguno incomodará –por la forma de monólogo, por la profundidad de las cuestiones que plantea o por la crudeza de algunas de sus imágenes- sin embargo, es una novela que paga con creces el esfuerzo de la lectura.
Sin duda, una de las novelas más sólidas y ambiciosas publicadas estos últimos años en nuestro país.
Claudio Godoy
Coordinador-Área de Arte y Literatura.
U.Católica del Maule)
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…