Por Domingo Hraste del Real
Para la generación del 27, imagen y metáfora son los recursos fundamentales de la creación poética. En la medida en que la intuición se fue aguzando, el mensaje se fue volviendo más complejo y, la metáfora, más hermética.
Desatendidas lo que Kayser llamó figuras de palabras en beneficio de las figuras de conceptos, “La comparación sin nexo comparativo” fue durante mucho tiempo la definición clásica de “metáfora”. Bastaba suprimir el “como” en la forma para que subyaciese el “como” en el fondo. Con el tiempo, los críticos ahondaron el concepto llegando a “cambiar el nombre a las cosas”como una definición que diera cuenta de un fenómeno más profundo. La creación o descubrimiento de un mundo para el cual no existía asignación fonética o escritural, obligó a los poetas a recurrir al lenguaje connotativo que, en particulares combinaciones, diera cuenta de los hallazgos intuidos por el artista. Para la generación del 27, imagen y metáfora son los recursos fundamentales de la creación poética. En la medida en que la intuición se fue aguzando, el mensaje se fue volviendo más complejo y, la metáfora, más hermética. Desatendidas lo que Kayser llamó figuras de palabras en beneficio de las figuras de conceptos, se fue espesando el mundo poético y la comprensión más dificultosa. Esta complicación se duplica si entendemos la obra de arte como un todo autosustentable que posee su propio código. El poema está escrito en Castellano, pero no es en rigor el Castellano el código sino un “Castellano desviado” diría J. Cohen, o un código específico de esa obra, con sintaxis propia y distinta; con una lógica distinta. No hay error lógico en decir: “que se bañan en las lunas de sus cuerpos ondulados” pues si la luna se refleja en el agua, yo me baño en la luna. Entonces, multitud de mundo poético reflejado en un código propio, dificulta o hace absurda la verbalización del mismo en lenguaje corriente y, en el mejor de los casos, obliga a poetizar acerca del poema.
Desarrollo
No suele ocurrir que las mariposas se ahoguen en los tinteros, aunque bastaría un sólo caso para inaugurar esa realidad. En Lorca parece ser que las “palabras no cobran vuelo”, no afloran o carecen de sentido cuando se está solo. La belleza y fragilidad del insecto de alas apresuradas completan la tragedia de la asfixia… o a la inversa, las palabras brotan de la tinta como de un capullo que las libera para ir a impregnar las páginas de los poetas solitarios y su asfixia consiste en carecer de libertad de vuelo.En todo caso, la metáfora aquí verbalizada, correspondiendo o no con mayor o menor exactitud a la intención comunicativa del poeta, no ofrece mayor resistencia, porque es posible hacer una analogía entre la mariposa y las palabras, es decir, el símbolo tiene un carácter motivado puesto que hay la presencia de uno o varios elementos que hacen posible la vinculación: la fragilidad del insecto con la evanescencia de las palabras, el canal por donde transitan: el aire, para desvanecerse al oído y a la vista, el símbolo convencional de las alas con la libertad, y, en definitiva, la presencia de dos polos: las evocaciones que se precipitan, con los objetos reales que, al tiempo que son actualizados en su significado convencional, prestan algo de su sustancia para nominar irrealidades o realidades poéticas. En este punto la metáfora conserva el carácter de alegoría, pero,¿qué ocurre cuando lo nominado no tiene un correlato conceptual?; porque, a fin de cuentas, no hay la certeza si a las palabras se les asignó un concepto o si a los conceptos les asignamos palabras Parece más coherente pensar lo segundo, sobre todo por nuestra formación platónica, pero no es traído de los cabellos pensar que fue primero el bufido “agch” de esfuerzo para talar el árbol que la nominación “hacha” del objeto que utilizo para ello. Tampoco podemos afirmar que todas las realidades ya fueron inscritas en el diccionario, de lo contrario no existirían los neologismos, ya sea que algunos conceptos estén “flotando” y esperando al poeta o al lingüista para que los nomine e inaugure o las palabras, al modo del Creador, al ser pronunciadas, generan la existencia del mundo. Como fuere, la metáfora pura, que es la predominante en Lorca, surge porque no hay un término propio para la situación o los términos posibles no consumen todos los matices o las connotaciones de lo que se quiere expresar. Por ende no hay una relación obligada entre el concepto y la materia que uso para expresarlo. Sin embargo, a mi juicio, debe haber alguna relación que desconozco, para permitirme el acceso al texto. Así me ocurrió escuchando unos poemas fonéticos del dadá Raoul Haussman que, al principio no eran más que gruñidos, interjecciones, sonidos, ruidos y que, al cabo de varias audiciones, me conmocionaron como lúcidos tratados de filosofía. También es posible que no haya estado en mis cabales y que, desde un punto de vista recepcionista, yo como lector haya creado los poemas…pero no soy el único porque por allí hay un poeta que asfixiado de conceptos y limitado por el lenguaje, termina el poema con una retahíla de monosílabos e interjecciones.
Me queda claro que en Lorca hay una simbología propia que brota de su propia mitología y que una forma de entenderlo es reconocer los maridajes que hace de algunas palabras de su código en una suerte de pesquisa de recurrencias.
También es cierto que en Lorca se dan otros tipos de símbolos: también hay símbolos disémicos (significado irracional añadido a un significado lógico) y el monosémico que entiendo como desaparición del significado lógico, predominando el significado irracional, aunque las palabras conserven por sí mismas su significado.
Es posible que la especulación no tenga más asidero que el criterio de autoridad que supone el personaje Lorca dentro de la historia literaria. Y es que llama la atención que dentro de estos poemas crípticos nos encontremos con “Calles y sueños,Asesinato” cuya lectura es simple o se cultiva una metáfora transparente: “un alfiler que bucea/ hasta encontrar las raicillas de grito…”para hacer alusión a la bala asesina y luego el diálogo interior de la carne y el alma mostrada como “corazón” que “sale solo” para decir que se ha abandonado a la muerte, aunque el cuerpo se resista. La vida entendida como “movimiento del mar” y la “grieta en la mejilla” que podemos entender como mueca o navajazo, contracción muscular por el dolor. Aunque toda especulación tiene algo de arbitrario, la relación con los demás elementos en el conjunto legitiman la versión y, por ende, podemos decir que se trata de un poema comprensible cuyas metáforas tienen un correlato con la realidad narrada. Entonces la lectura de los otros poemas ¿es realmente exigente en sí o es el lector el que busca agua en las piedras u oro donde hay cobre? ¿Qué hay detrás de la excesiva adjetivación lorquiana? Digo excesiva porque no sólo abunda el adjetivo inmediatamente después del sustantivo sino también el sustantivo coronado por adjetivos. Además utiliza los adverbios y las frases sustantivas y adjetivas en aposición, como recurso que hace menos notoria la adjetivación: una luna de plata es lo mismo que una luna plateada; una leve huella de eclipse es una huella eclipsada. Esta saturación adjetival se ve intensificada por la posición del adjetivo antes que el sustantivo, de forma tal que la cualidad se sustantiva y la sustancia se adjetiviza: la “durísima cuchara” es más dura que la cuchara durísima; entonces lo que resalta no es la cuchara sino la dureza: la cualidad hecha sustancia, como si las cosas se definieran por como son y no porque son: como si el nombre no nos dice nada sino que es el atributo o la esencia de la cosa lo que es la cosa. Cualidades encarnadas como en el origen del mito hindú en donde nace la “elegancia del caballo, la fuerza del elefante,etc” Visto así, el núcleo semántico no se halla en los nombres de las cosas sino en el cómo se despliegan en el mundo poético de Lorca: he aquí una pista. Visto así no podemos ver el atributo como adherencia sino como la nominación de una realidad en donde el vínculo entre la materia fonética y grafemática no tienen más relación con el concepto que el que arbitrariamente Lorca le ha dado. Para el lector no queda más indicio que la evocación que generen los sonidos y la plástica del signo lingüístico y acaso, en ocasiones, si está dentro del código del poema, alguna asociación con lo que convencionalmente indica la palabra, sin estar seguros si se asumen en su totalidad o sólo en un aspecto del concepto aludido.
Lo que tenemos no es poca cosa: timbre, ritmo, tesitura, silencio, tensión y todo el resto de ocurrentes que en la música tienen la capacidad de generarnos conceptos y estados afectivos cuya valoración y uso es bien conocido por el músico, como por ejemplo la composición en tonos menores para generar melancolía o tristeza y que no se consigue partiendo de un sol mayor; o a la inversa, Del Valle Inclán, nos hace escuchar sonatas en sus cuatro historias y el arpa de Debussy como arroyuelo que hace aparecer el sol entre las ramas que se agitan mientras el fauno se despereza. No es casualidad que el antecedente sea el “Romancero” con su sonoridad de guitarra flamenca
Pero la metáfora de Lorca no llega a la jitanjáfora, que extremada, a mi juicio deriva en la fonética de Haussman. Lorca no violenta el vocablo, no lo altera ni los inventa: son palabras conocidas; lo que se desconoce es el significado de las mismas.
Pero esta dimensión de lo inefable que tiene la poesía no asegura carta de ciudadanía a cualquier poema, ni asegura que amparado en el hermetismo, la complejidad o densidad del concepto, cualquier patán se autoinstituya como poeta: un poema de Juan Ramón Jiménez comienza diciendo: “Cantaba un ruiseñor despierto…”y, sin desmerecer la valía del poeta, el adjetivo “despierto” es innecesario o un ripio obligado por la métrica, ya que es un tanto idiota pensar que cantase estando dormido. Y esto le ocurrió a un grande.¿Cómo saber entonces cuáles son los adjetivos innecesarios?. Neruda nos da una pista en “Las palabras”: allí dice que el poeta simplemente las deja salir y que ellas buscan su acomodo con otras con las que usualmente no se juntaban, y de esta reunión nace la nominación de una realidad poética…Pero no cualquier palabra se junta con otra. Pareciera haber palabras que se resisten, por alguna razón, a cohabitar en la misma frase y eso, puede ser otra pista. Por lo menos para mí, resultan aceptables y significativas la mayoría de las impertinencias de Lorca, sin embargo hay más de alguna que no me dice nada y considerándome un lector medio no puedo más que concluir que detrás de la musicalidad de muchos vocablos no hay nada más que el gusto por la palabra en sí, desnudada de concepto, como si se tratase de una melodía principal y otras secundarias o simples acordes que completan la armonía, pero que, a la postre no son irrenunciables. Doy ejemplo de lo dicho con un verso de “El rey de Harlem”: se dice del “tuétano del bosque” que:”para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse/ y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química…”: huella adjetivada en eclipsada, adjetivo “falsa” anterior a un sustantivo “tristeza” que es un adjetivo disfrazado porque no existe la tristeza en sí sino personas tristes…y dos adjetivos más; total seis adjetivos en dos versos.¿no habrá alguno de más?- Tal vez haya que desistir de buscar ideas y todo el mundo de Lorca no sea más que la reunión de los atributos de las cosas que no las cosas, en una suerte de carnaval de sonidos, colores, luces y sombras; una macedonia en donde danza el cura tomado de la mano del hereje, a veces promiscuo, a veces sacro. Otra razón posible para huirle al sustantivo es el hecho de que nombrar o desnombrar es encerrar el referente dentro de un sistema simbólico, sistema que las más de las veces ( y es claro en el lenguaje común) no nos dice, o peor que eso, enmascara. Ya dije, entonces que no son las cosas sino el cómo de las cosas; se trata entonces de una figuración heurística del mundo vivido o de escribir el mundo en figuras para que aparezca el ser-como.
Agrego que, en mis modestas incursiones en la creación poética, nunca he podido dirimir si mis “ocurrencias” o “inspiración” vienen ya con alguna adherencia lingüística o es sólo el concepto envuelto en una nebulosa que las más de las veces no logra su “traslatio” al papel. Al parecer Lorca no tiene ese problema: a él se le aparecen las palabras y, en gran medida, leer a Lorca supone no tenerle desconfianza a las apariciones.
Ocurre que, en general, los poemas expresan un sentido general claro. En el ejemplo antes citado me parece evidente que se trata de una pintura de la marginalidad del negro y, supongo que partiendo desde ese sentido general que debo desentrañar cada imagen y metáfora. Entonces se entiende que “sacar los ojos de los cocodrilos con una cuchara” es un acto heroico de este rey cuya heráldica no está en la grandilocuencia de las lanzas o las espadas sino en una simple cuchara que se utiliza para comer, comer es un acto heroico en medio de la miseria.: generar sustento es una proeza en Harlem. Este rey “disfrazado de conserje”, es decir, mancillado, se levantará junto a su pueblo en oleadas de sangre furiosa “para quemar la clorofila de las mujeres rubias”, es decir, se alzará contra el blanco esta sangre(se repite varias veces el vocablo) o raza para dejar de “limpiar con la lengua las heridas de los millonarios…”; ellos son el “tuétano del bosque” o la Naturaleza que se rebela contra el hombre; reivindicación de una raza o naturaleza primigenia en contra de “los dientes del automóvil”… Esta es la melodía principal. Imágenes como: “un viento sur que lleva/ colmillos, girasoles, alfabetos/ y una pila de Volta con avispas ahogadas” son acordes que completan la armonía, generan la atmósfera de esta gesta poco promisoria pero con ribetes épicos. No se entienden pero complementan, densifican, no se perciben como sobrantes.
Si en Lorca la sustancia se manifiesta en sus atributos sería legítimo pensar que no estamos en presencia de conceptos sino de noemas, es decir, de las propias formas que los conceptos se presentan en su conciencia y, por lo tanto, lo que importa es el cotejo de sus noemas con los míos o los del lector. Probablemente para Lorca un sapo no sea un príncipe encerrado por falta de besos, que sería para muchos la forma que en la conciencia se visualizaría el concepto “sapo”; tal vez la textura o el brinco y muchas posibilidades más, pero no tantas como para confundirlo con “caballo”. Por alguna de esas posibilidades y el significado convencional de la palabra, además de la palabra, sé o intuyo que no es gratuito que se encharque en ese verso.
No tan vago es el poema “Muerte” de “Introducción la muerte” que resumo como la gran paradoja humana de no estar satisfecho con lo que se es. Esta disconformidad es representada en el caballo que quiere ser perro y el perro que quiere ser golondrina y…hasta completar el círculo de la frustración de la abeja que quiere ser caballo, para luego seguir en jerarquía con las cosas inanimadas, para contrastar todos esos esfuerzos con la inmovilidad del arco de yeso que, en su inercia inerte es “grande, invisible, diminuto/ sin esfuerzo”.Pareciera ser que el apetito de trascendencia es más un estigma, una carga que, al tiempo que conflictúa nos hace preguntarnos por lo que somos y, a la pasada, Lorca se pregunta si es un serafín de llamas o si aspira a serlo. Me reconozco en el otro o lo otro y por ello mi ser no está resuelto, en cambio el arco de yeso, es sublime sólo por el hecho de ser o tener su ser resuelto.
Otro poema relativamente claro es “Calles y sueños; nacimiento de Cristo”. Nace un niño en el frío de Manhattan, un niño cualquiera, porque en cada nacimiento y en cada niño que nace hay un Cristo naciendo, o unos “cristitos de barro”, es decir, humanos o Cristo hecho hombre; mientras “el toro sueña un toro de agujeros y de agua”, es decir, es momento en que los cambios son posibles.”El niño llora y mira con un tres en la frente/ San José ve en el heno tres espinas de bronce…” : el niño está predestinado al martirio; como todos los niños que nacen pobres. En contraste, “sacerdotes idiotas…van detrás de Lutero…”; es decir, la indiferencia del Hombre frente al verdadero milagro.
Heredero de la modernidad cartesiana pareciera plasmar en su enfoque poético una visión de mundo que escinde la Realidad de la Razón, o más precisamente, la instalación del solipsismo empirista ; esto es, contenidos mentales verbalizados; porque sólo somos eso dado que la realidad es incognoscible y por tanto inexistente. Queda el discurso o “la combinación de ideas simples” (Locke) o el recuerdo de estas ideas o “imágenes débiles de las impresiones”(Hume); estas huellas débiles de una percepción que quedó en el alma y que el poeta como “genio del recuerdo” (Kierkegaard) revive en el poema. Lo único existente es la percepción de las cualidades: “esse est percipi” . Inútil es, entonces, perseguir las sustancias en la poesía de Lorca. Ya habíamos dicho que el ser en Lorca se presenta como el “ser como”; esto es, un conjunto de atributos desplegados que parecen estar en la búsqueda del ser que los contenga o los acepte, dejando al lector el ejercicio carcelario de atrapar las combinaciones que su entendimiento consideró inteligibles. Ya Ricoeur planteó la dificultad de la “impertinencia semántica” como esa gratuita reunión de conceptos o palabras que en el lenguaje corriente no se juntan. Y es que al parecer hay más cosas que nombres, y Lorca es responsable de saturarnos con realidades poéticas o reales a las que hay que bautizar, porque al parecer Lorca se remite a revelarlas pero no a nombrarlas. Y es que el oficio del artista es eso: revelación o epifanía. Ya vendrá el hombre corriente o el científico a manipular, esclavizar o a darle alguna función práctica o funcional al descubrimiento.
Si resumiéramos la Estética o la disciplina que se ocupa de la obra de Arte, constataremos que a Lorca se puede llegar o rozar apenas con los planteamientos de Heidegger o con el enfoque moderno, ya que no se puede atrapar con el “splendor veris” platónico en cuanto Lorca no pretende dilucidar o instalar “verdades”; ni el “splendor ordinis” de San Agustín, porque en Lorca no se refleja el orden de la creación ni el jurídico; ni tampoco el “splendor formae” de Santo Tomás, porque no hay el trasunto de Dios como la forma fundamental. ¿Qué hay entonces en la metáfora lorquiana?.
A mi juicio, hay un intento de simbolismo arqueológico y otro escatológico; clasificación que hace Ricoeur, esto es, uno que apunta a la infancia de la Humanidad y otro a los modos de ser posibles del Hombre… pero, aquí cabe la siguiente reflexión: ¿por qué tomo el camino de la cuestión simbólica? . porque partiendo de la metáfora que tiene su sustento en el “ser como” primigenio, esto es: “los dientes COMO perlas” para más tarde “los dientes, perlas” y más tarde “las perlas de tu boca”; no puedo sino llegar al símbolo que es un “ser como” en cuanto analogía o un “ser en lo otro” en un nivel más profundo. Como ya desistimos del concepto y, empiristas por el momento, también de la realidad, nos queda sólo el sentido, sentido que es capacidad de conocimiento y al tiempo es lo conocido o reconocido, esto es, el logro subjetivo, contenido mental, fluido de conciencia o como quiera llamárselo. No tenemos que buscar correlatos con la realidad ni deben prejuiciarnos las ideas o los recuerdos de impresiones. Pero falta aclarar lo dicho sobre la simbología de Lorca. Intentaré hacerlo a través del análisis del poema “Vuelta de paseo”:
Asesinado por el cielo
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.
Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.
Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
La palabra “cielo” en sus plurisignificaciones nos remite al “sky” que contemplamos en nuestros paseos, pero es también “heaven”, valhalla, nirvana, campos elíseos o el cielo judeo-cristiano… ¿podemos romper la asociación?.Si no lo hago, entiendo la desarmonía del poeta con lo sagrado o el fallido apetito de trascendencia y, por sobre todo el desamparo que le obliga a repetir en exclamación su falta de referentes, desabastado de los signos sensibles o espirituales que lo conduzcan, reafirmen o le den sentido. Por ello las formas van hacia la “sierpe” que en principio asociamos con la “sierpe de plata” de Calderón o la imagen del río, pero que es también malignidad, tentación o conocimiento que implica la perdición y todas las evocaciones que manan de nuestro “inconsciente colectivo” en cuanto “creación” (Quetzalcóatl), en cuanto “sabiduría” hindú porque al arrastrarse acumula las confidencias de los muertos; o la “inmortal” que muda la piel en Gilgamesh o el agorero de Edipo.Pero esa no es la opción escogida ya que el hablante se sitúa en un “entre”, porque está también el cristal, lo luminoso, la epifanía, el agua renovadora. Pero él está atrapado en ninguna parte, en la vacuidad de no ser lo uno ni lo otro. De esta vacuidad no escapará, encerrado en dos versos: el inicial y el final. Habrá el intento de buscar en las raíces ,pero su ser-niño no le dirá nada con su inexpresividad de “rostro de huevo”.Tal vez “dejar crecer los cabellos” no sea la metáfora del abandono sino la espera que acopia fuerza que destruya todo límite o precariedad. El árbol con el que dialoga el druida está silente; ya no es el árbol de la vida y apenas recuerda en su instalación vertical una visión de mundo que está trunca, porque en ausencia de las ramas no se completa la complementariedad masculino-femenina o la vertical-horizontal que abarca más dimensiones de lo real o está ausente el umbral por donde fluirá la vida en el “ank” o la dialéctica de la Razón: podría haber más que el rumor de las hojas movidas por el viento, ausentes del hálito o el lenguaje. A fin de cuentas esta falta de referencias escinde la conciencia y lo desapropia; de allí el “rostro distinto” en un “no sé lo que soy” o “no sé quién soy”; angustias por el ser y el sentido y el origen. Esta “agua harapienta” que no moja porque deja los “pies secos” es el reverso del agua renovadora de los diluvios o el líquido desde donde salimos a la vida o desde donde renacemos a la Gracia por el bautismo o cualquier otro rito de iniciación. Sucia, precaria, seca; no alcanza a charco y desde allí no puede nacer nada o no hay posibilidad de otro nacimiento ni purificación. En este contexto no puede manifestarse el Verbo creador, ni el que crea ni el que le ha dado la capacidad de crear; es la mudez y, por ende, la nada.
El análisis aquí expuesto corresponde, a mi entender, a un análisis arquetípico que, como ya deslicé antes, tiene sus sustento en el concepto de “inconsciente colectivo” de Jung y que abarca, no sólo los aspectos arqueológicos como memoria de la especie codificada en los mitos sino además los aspectos escatológicos, de renovación, héroe cultural y fundación, en la clasificación de Mircea Eliade y que, a mi juicio, da cuenta de las cuestiones más profundas que preocupan a la especie y que son las constantes que validan la obra de arte. Esta sabiduría codificada (como dice Malinowsky) es la que inunda con símbolos reveladores y configuradotes de sentido al entendimiento humano. Hay aquí un acopio de “reconocimientos” sin sustento conceptual o basado en razones. Es la simple aplicación del juicio o de la capacidad de juzgar que Kant define como el “gusto”. Se trata de la percepción expeditiva de una certeza que aparece en la conciencia sin intervenciones ni ruidos. Como fuere, ya porque el “logos” es incapaz del conocimiento y la intuición nos llena de apriorismos inexplicables, la poesía de Lorca mantiene el espacio de lo inefable cuyo umbral nos hace discernir si estamos frente a una obra de Arte o una buena artesanía. Al respecto,cito a Miguel Hernández en el siguiente párrafo:
“¿Qué es el poema? Una bella mentira fingida. Una verdad insinuada. Sólo insinuándola, no parece una verdad mentira. Una verdad tan preciosa y recóndita como la de la mina. Se necesita ser minero de poemas para ver en sus etiopías de sombras sus indias de luces. Una verdad de la sal en situación azul y cantora. ¿Quién ve la marina verdad blanca? Nadie. Sin embargo existe, late, se alude en el color lunado de la espuma en bulto. El mar evidente, ¿sería tan bello como en su sigilo si se evidenciara de repente? Su mayor hermosura reside en su recato. El poema no puede presentársenos Venus o desnudo. Los poemas desnudos son la anatomía de los poemas. ¿y habrá algo más horrible que un esqueleto? Guardad, poetas, el secreto del poema: esfinge. Que sepan arrancárselo como una corteza. ¡Oh, la naranja: qué delicioso secreto bajo un ámbito a lo mundo! Salvo en el caso de la poesía profética en que todo ha de ser claridad , guardáos, poetas, de dar frutos sin piel, mares sin sal. Con el poema debiera suceder lo que con el Santísimo Sacramento. ..¿Cuándo dirá el poeta con el poema incorporado a sus dedos, como dice el cura con la hostia: «Aquí está DIOS» y lo creeremos? “
Conclusión
El fruto de mis escarceos en la metáfora lorquiana me confirma el espacio de lo “inefable” que valida la obra de Arte y al que se ha intentado explicar por intervención mágica o divina de Dios, las Musas, el “duende de la poesía”, el númen, etc. En el mejor de los casos puedo decir que “reconozco” realidades para las cuales no tengo palabras pero que están ahí, con una instalación irrenunciable e indudable. Realidades eidéticas y no eidéticas; percepciones que son contenidos de conciencia, imágenes que no tienen un correlato con lo real y son tan reales cuanto vívidas y vividas. Tal vez pura cenestesia y sinestesia, tal vez epifanías de lo esencial; tal vez un “topos uranos” sólo de Lorca. Evocaciones de la primigenia del color, el sonido, el espacio; o de la palabra hecha música que fue seguramente el dialecto angélico del cual perdimos la memoria que sólo muy pocos, como Lorca, puede balbucear algunos vocablos.
Bibliografía de consulta
Eliade Mircea “Mito y realidad”, edit kailós,1999.
Blume, Jaime Apuntes de la cátedra de “Teoría literaria”, Universidad Católica de Chile.
Bartoli, Mariano Apuntes del Curso “Pensamiento moderno y crisis de la Verdad”
Universidad Gabriela Mistral.
Escribar, Ana Ensayo sobre la hermenéutica de Paul Ricoeur.
Lorca, Federico “Poeta en nueva York” versión electrónica de librodot.com
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…