Con pulseras en los tobillos

Con pulseras en los tobillos, microcuentos de Gabriela Aguilera, Ed. Asterión, 2007, 53 pp.

Estamos ante una notable colección de microcuentos y cuentos brevísimos que explora el ámbito de lo erótico sin ambages ni medias tintas, deambulando por mundos sórdidos, violentos, brutales que suelen golpear la sensibilidad del lector como una cachetada. Y no cualquier bofetada, pues se trata de golpes muy bien meditados y articulados.

En el breve espacio que proporcionan unas líneas, Gabriela Aguilera se da maña para construir historias que nos sumergen en las capas más ocultas de nuestra sociedad moderna. Este es el caso, por ejemplo, de la violencia que somete cruelmente a las mujeres consideradas propiedad de sus maridos, sus amantes o sus proxenetas –una realidad por desgracia todavía demasiado presente- así como muchas otras dimensiones de un mundo por desgracia pleno de inequidades y abusos.

En las narraciones de Gabriela casi todo es excesivo: la voluptuosidad de las mujeres, las pasiones, los celos, el odio. Nos movemos con precario equilibrio en el límite demarcado por las normas de lo “aceptado”, para finalmente trasponer ese umbral y precipitarnos de bruces en un charco de emociones brutales. Allí nos espera lo sórdido, aquella parte oscura de la vida que no forma parte de los cócteles, las ceremonias oficiales y las páginas sociales.

Podríamos elucubrar que en estos textos se nos ofrece la antítesis del glamour: prostitutas encaramadas en tacones altísimos, travestistas pobres vendiéndose por unos pocos pesos, drogadictos terminales, criminales dementes y una galería de seres desesperados hasta el límite de la exaltación autodestructiva.

No obstante, del conjunto de esta cosmovisión estremecedora y terrible, a pesar del dolor, la crueldad e incluso la muerte, emerge un mensaje de honda humanidad. De las heridas, las lágrimas y la pobreza –desde las realidades más crudas- emerge la dignidad de la mujer y del ser humano, auténtica materia de la verdadera literatura.

De otra parte, este conjunto de narraciones breves asume un ejercicio complejo: abordar aquel mundo que parecía territorio exclusivo de la novela negra. El crimen que surge desde las bases mismas del sistema: la desigualdad de oportunidades, la explotación inmisericorde, los vicios privados que superan las hipotéticas virtudes públicas, la dominación irrestricta que ejercen sin piedad quienes detentan algún poder, por mínimo que éste sea.

De este modo Pulseras en los tobillos cumple con aquella labor que más enaltece al arte literario: mostrar aquello que no vemos aunque esté delante de nuestros ojos, regalarnos lucidez, y hacerlo bellamente, con palabras precisas, fuertes y vitales, que nos sumergen en la dimensión humana del dolor, base de cualquier esperanza.