Irene Nemirovsky. Después de 50 años

Por Miguel de Loyola 

La pluma de esta hábil narradora ruso-francesa deslumbra hoy en nuestros días, haciendo justicia a su obra.

Hay tal agudeza en ella para narrar, parar escarbar en la conciencia de sus personajes, que cuesta convencerse que hubiese pasado desapercibida por la crítica durante casi 50 años. Pero ese parece ser el destino de los más grandes escritores, no gozar en vida con el acierto de sus obras, mientras otros se llevan los aplausos. Aquellos habilidosos que consiguen introducir un producto en el mercado de la Industria del libro, independientemente de su calidad literaria.

 

La obra de Nemirovsky se caracteriza por el magistral uso del recurso de la ironía. Posiblemente un recurso bastante poco común en una mujer de su época. A través de él, destila los grandes problemas sociales y afectivos que afectan a la sociedad de su tiempo, alcanzando la universalidad que caracteriza una verdadera obra literaria. Nemirovsky, así como Kafka, quien ríe a gritos de los sistemas burocráticos que acosan la personalidad del individuo, ella abofetea violentamente los perjuicios de clase, la siutiquería, y sobre todo, la falta de honestidad y coherencia del alma humana. Pone en evidencia sus contradicciones y culpabilidades y nos da una clara visión de la existencia de la falsedad del mundo interior de cada cual. También da cuenta de la codicia desmedida de los hombres, y  de la mística falsedad de la religión para ocultar sus verdaderos intereses comerciales.

 

En David Golber nos describe la vida de un comerciante y su pasmosa inmutabilidad ante la quiebra y muerte de su socio, mientras nos entrega el perfil completo de la vida fatua llevaba por su propia esposa y su hija a sus expensas. En El ardor de la sangre deja al descubierto los rincones más ocultos del alma en medio de la apariencia de la supuesta santidad de las almas gentiles, perfilando los interiores de la telaraña del deseo carnal insatisfecho. El baile es una verdadera sinfonía concluyente, cuyas notas llevan a desarticular uno por uno los cimientos que dan origen a las sociedades más sofisticadas, riéndose a gritos de todas sus soberanas estupideces.

 

La crítica de Nemirovky es mordaz como un cuchillo de matarife para destripar el tejido social en todas sus capas. Pero conserva la templanza de la pluma equilibrada y serena que demuestra el dominio completo de su arte. No cae en la clásica exposición de los resentimientos que delatan al propio escritor, sabe mantenerlos embozados en medio del mundo creado, llevándolo magistralmente al plano de la alegoría.

 

No podemos explicarnos el trágico fin de la escritora, sin pensar en las grandes ironías de la vida. Nos resulta novelesco, por cierto. Asesinada en Auswitch, y  sus pequeñas hijas rescatando el legado literario de la madre. Irene Nemirovsky,  a pesar de la amenaza y el terror a los nazis se dio tiempo para escribir Suite francesa, la novela que recoge la historia por dentro del repliegue y abandono de las fuerzas francesas ante la invasión de París. En ella nos entrega la historia pormenorizada de la Segunda Guerra en su paso por Francia.