Por Roberto Rivera

 Estructura externa.

Entre “Días extraños” y “Abc1” cada cual un cuento reflejo en el otro, lo mismo por un hombre y luego por una mujer, un espejo enfrentado entre los cuales transcurre el resto.

Antes

-Festín desnudo (William Burroughs) El falso engañado por la trepadora.

-Día perfecto – El anciano drogo en el proceso de travestirse recordando que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Fue mejor?

-Angel – El desengaño amoroso y el travesti con VIH y

-Sueños partidos (Niño comiendo galletas que despedaza el ciclista)

Todo esto antes de “Días extraños”.

Después de “Abc1”, curiosamente “Espíritu Santo” cuyo eje es una mujer, la matea enigmática de Catalina Sutil, precisamente el borde del espejo, la trepadora original en su versión de cómo llega y engaña al falso y arribista Dave Sawyer que quería veranear en Europa y esquiar en Aspen.

Dejé que derramara unos versos de poetas añejos y lo cautivé con una mirada tibia durante toda esa hora. Catalina sabe adonde va.

Así está planteada la estructura externa como espejos enfrentados, los mismos personajes, la misma historia contados desde la perspectiva y punto de vista del hombre y luego de la mujer, en medio una suerte de masculinidad amenazada por su propio femenino que a ratos ocupa su lugar, incluso la voz femenina que muchas veces toma la voz de los relatos con el resultado de un texto ensamblado en hom mu bre jer u hombre mujer, andrógino al fin como Platón lo planteó en “El banquete” fulminados por amenazar el Olimpo, como una forma de ver, desde el espíritu como sugiere en “Espíritu santo” que no tiene sexo o tiene ambos a la vez, porque Dave Sawyer y Catalina Sutil son el mismo andrógino en ascenso sin importar qué.

A quienes, a qué escritores recuerda este libro además de William Burroughs que tiene aquí su homenaje de partida, muchas veces a Puig, en lugar común y el cliché, a Sade, en esta suerte de rituales de sexo hasta el hastío, a Eduaerdio Gudiño Kieffer en Medias Negra peluca rubia, pero desgranemos y vamos al grano.

En “Sin besos en la boca” el tópico de todo tiempo pasado fue mejor se cumple a cabalidad, no sabemos nada de ese tiempo pero su mención es siempre agradable y benéfica, hasta que esa infancia feliz queda hecha trizas, galletas de por medio, al paso de una bicicleta en “Sueños partidos”, luego esa sensación de fin de la época feliz se confirma con el abandono, un abandono entrando a la adultez, pero quien esencialmente, más que por la novia, o polola, quien esencialmente se abandona es el narrador común que enhebra estos cuentos y si bien a través del tecno moderno, y la música de última generación, en el fondo siempre suena un tango, el bolero latino del abandono, del bailecito andino, mamita ay Dios, y los mismos remedios, tirar el cuerpo, emborracharse hasta entregar el cuerpo a la tierra, como en Bolivia, lanzarse al exceso – la droga en nuestro caso, esta otra diosa, la blanca – la de los estragos, allí al fondo de allí, perdida la cabeza, el espíritu también pierde su identidad sexual, se confunde pero…y si meditamos un poco…¿Cuál es el sexo del espíritu?

Por esta senda, arrojado del paraíso perdido, embriagado de nostalgia y modernidad, el héroe, la héroe, se ofrenda a la disolución, al punto donde los límites se confunden y surge el travesti como el hombre más mujer y la mujer más hombre de una nueva forma de mirar, y admirar, desde la urgencia y la disolución, una estética de la urgencia, que el mundo de la inmediatez imprime al exceso, al más de más de más y mucho más de la publicidad que atora y harta y marca en los cuerpos, cuerpos nuevos, neo cuerpos esculpidos a gimnasio, cirugía y liposucción, cuerpos cuyo sacrificio y ofrenda por un lado se contrapone al cuerpo plástico del porno, en una suerte de mercadería sacrificial sin dolor, ajeno por supuesto, o el propio pero perdido en el nirvana de la intoxicación.

Sin embargo, sin embargo, este mundo es convencional, no hay marginalidad ni protesta aquí, sino otra forma de integración, la convencionalidad es el sustrato que sostiene este mundo medio, este mundo al que apunta también la publicidad, la confluencia del consumo común, allí las capas medias salen de su cotidiano para ir y volver, porque todo transcurre en el trayecto, en la fiesta, en otro lugar distinto de donde están  depositados nuestros afectos, que quedaron allá, en la infancia, en el revés del abandono, la novia, la polola por la diosa, en liturgias del exceso, reptando, para volver al mundo donde destrozan el corazón, donde se suicidan por amar demasiado, por ello no se atreven a regresar y quedan en el camino, on the road, porque no se atreven a regresar, o porque todo es trayecto sin reposo, porque dejan maridos y esposas por ejemplo, que  pierden para siempre, tal cual, como la convención recomienda, regresar como el héroe no para ser otro sino el mismo en otro lugar, el mismo solitario solitaria incomunicado, atrapado en su cuerpo, un cuerpo  siquis, que sale otra vez, porque aquí ya no queda de qué hablar o fingir, o negociar, porque aquí tampoco hay ningún inocente, todos saben cual es negocio y el cuerpo que aportan en la transacción.

Aquí las putas no se hacen por necesidad, sino por propia y meditada elección, tampoco son putas valga decir, son un producto a consumir, un artificio refinado de la modernidad…por ello la Loreto ante la proximidad de su debut, se siente viva, muy vida dentro de sus ropas ajustadas, en realidad nunca antes tan consciente de sus actos ah…y sin besos en la boca.

Truman Capote decía que una vez descubrió que escribía bien y lo siguió haciendo, disfrutando del sabor y el peso de la palabra escrita; sin embargo, dice Capote, que un día ante sus pies se abrió un abismo, el día que descubrió la diferencia entre escribir bien y el verdadero talento. Desde ese día confesó, no soltó más el látigo.