Sueño eterno al dinosaurio breve

Por Artemio Echegoyen

«Cuando despertó, le habían robado el libro de Monterroso»; «Cuando despertó, el dinosaurio de peluche todavía estaba allí. Lo abrazó, sonrió y continuó durmiendo»; «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. La hembra sonrió satisfecha. Había logrado cautivarlo»: éstos son algunos de los microcuentos de este libro de Diego Muñoz Valenzuela (1956), perseverante narrador.

Otro: «El dinosaurio, abrumado y aburrido de oír variaciones sobre su historia, arremetió sin piedad contra los participantes del Congreso de Microcuentos». Si éste fuera un relato interactivo, podríamos agregar: «El autor parece que sobrevivió».

El microcuento, el minicuento y el cuento brevísimo ejercen sobre los lectores una comprensible fascinación. ¿Es un género muy fácil o muy difícil? Aquí va otro de Muñoz Valenzuela, predecible pero gracioso igual, acaso por nuestra oblicua mentalidad chilena: «Zutano de Tal retó a duelo a Mengano de Cual. El conflicto se debía al amor compartido por Fulana de Tal por Cual, prima de ambos. Perengano de Acullá ofició de juez y verificó la condición de las armas. Fulano acertó de pleno en el corazón de Mengano, quien a su vez le voló los sesos de un certero disparo. Abrazados, Perengano y Fulana se alejaron mientras los cuerpos de Mengano y Zutano se estremecían con los últimos espasmos». Se titula «Novela negra», y también aquí podríamos, con espectacular irreverencia, añadir una coda: «Entre los arbustos, Fulana y Perengano se estremecían con sus primeros espasmos». Más allá de la escalofriante misoginia que expresan los apellidos de los protagonistas, digamos que el ingenio no tiene sexo. Y que es ingrediente de toda nanonarración. Lo hay aquí, por cierto, y los hiperventilados sentirán que el propio cerebro se les acelera estableciendo relaciones tales por cuales entre los textos «De monstruos y bellezas». Es un riesgo para la salud mental.

De página en página los cuentos se hacen cada vez menos breves. Uno empieza así: «El monstruo llora frente al espejo ( )». Pensamos en Sartre, que odió a su espejo; pero en este relato el espejo se enamora o se enamoran de él, y es que hay un triángulo quizás metafísico con una bella y un eventual príncipe azul. Todo es vertiginoso, estimulante: entre los personajes de estas historias encontraremos no sólo a Don Quijote, sino a un tal Bermúdez, apellido que, como ocurre también con Morelli, es muy socorrido en la literatura de lengua española. ¿Cómo así? Ah, ése es cuento largo. Lectura ideal en locomoción colectiva.

DE MONSTRUOS Y BELLEZAS

Cuentos

Diego Muñoz Valenzuela

Mosquito, 2007

71 páginas

En: La Nación 11-11-08