Por Artemio Echegoyen

En Brasil dicen «trepar» cuando en Chile decimos «tirar». Si en su anterior libro, la novela «Fear», Aníbal Ricci (1968) instalaba a su protagonista cocainómano y paranoico en una megaurbe brasileña (entre otros lugares), en algunos cuentos de su segunda entrega, el volumen «Sin besos en la boca», el sexo es usado para trepar en castellano.

Es el caso espectacular de la flaca pechugona que encandila al profesor Dave Sawyer, alto funcionario algo mercantilista de la Universidad Apostólica. Más allá de estas coincidencias, encontramos aquí una serie de asociaciones posibles con el afecto huidizo o voluble, y una excusa para ahondar en la sexualidad violentada y violenta que bulle bajo el velo de las apariencias sociales.

«Tenía esperanza de que se tratara de un hongo, pero el doctor no dudó un segundo en diagnosticar gonorrea. Me dio vergüenza y quedé mudo»: picante o picazonante constatación. La secreción rebelde, resistente a los antibióticos, debe ser disimulada y, nobleza obliga, relativiza la penetración con la polola. El cuento es «Puras mentiras», y el ocultamiento de la infección hace eco de otras falsedades que, en el fondo, son lo que perturba la relación del joven narrador con las mujeres. Otra historia se expande hacia un futurismo fantástico, con algo del mito de la mujer inmortal, o la anciana que se mantiene joven mediante un vampirismo sexual que, al menos en el caso de «Espíritu Santo», se relaciona con el poder sobre los demás, «en el nombre de Útero, Clítoris y Catalina Sutil».

Una extraña lista de películas aludidas complementa los cuentos, al final. Pero más inquietante es la lista de lugares en que se desarrolla la acción: bares, moteles parejeros, discotecas sudadas, ámbitos donde Ricci aplica cierto naturalismo naïf para resaltar una sordidez desnuda: las emociones primarias del deseo sexual son metáfora de otra cosa -un sufrimiento interno, sin duda-, de algo que no se dice, o bien son instrumento de la mencionada y exasperada dominación. En otros casos, la sexualidad masculina (¿la paternidad?) está metaforizada en el amor mortal a una gata recién parida. Aquí el protagonista es un francotirador, y se llama Franco. Los personajes de Ricci apuntan brutalmente al encuentro interpersonal en busca del sucedáneo del prestigiado amor, pero, como indica el título prostitucional del libro, es apenas un sucedáneo: un beso equivocado. O desviado en su trayectoria por la mujer deseada, porque vínculos reales no puede haber. Lectura ejemplar para desorientados con personalidad no adictiva.

SIN BESOS EN LA BOCA

Cuentos 

Aníbal Ricci

Mosquito, 2008

115 páginas

Diario La Nación