Poemas de Lauren Mendinueta

Letras de Chile tiene el agrado de presentar a Lauren Mendinueta, poeta colombiana radicada en Europa. Los poemas seleccionados pertenecen a su libro La vocación suspendida (Point de lunettes, España, 2008), Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos, España. También puedes verlos en su blog “Inventario”.

Así pasan los años

Pasan los años,

y aunque la vida me acusa de inmovilidad,

también yo he viajado.

Como una partícula de polvo

he revoloteado por la casa y me he prendido a los libros.

Como un insecto he reposado a la orilla de las acequias,

o simplemente he sido una mujer que de tarde en tarde

ha mirado hacia el mar

buscando barcos olvidados por la neblina

y que vuelven a la memoria,

sin esperanza distinta de la muerte.

La torre de marfil

El mundo es una torre de marfil, en vano

busco una puerta en sus paredes curvas.

Parezco una actriz representando a un borracho,

camino tratando de hacer una línea recta,

nunca eses. No soy una profesional

de la actuación, ni siquiera me le parezco,

pero caminaré tratando de hacer una línea recta.

A veces me siento frente al ordenador y busco

toda clase de cosas, desde zapatos hasta amor.

Y sí, todo lo encuentro allí, porque el mundo es una torre

y estoy atrapada con todo lo demás, es inevitable.

Cuando me miro al espejo me sorprende lo común

que parece mi rostro, y me digo:

es bueno ser tan común, no te asustes.

Vuelvo a sentarme frente al ordenador y encuentro

las mismas cosas, todo, todo, hasta el amor.

Y allí mismo, tecleando,

trato de comprender

por qué me siento libre en la jaula del pájaro.

A la doble que soy

Hay fotografías en las que no me reconozco.

Mi yo cobarde al mirarlas

me obliga a pensar que existo en una sola

y no en la suma de quien soy

con esa otra que me suplanta en la imagen.

Cuesta creer que la desconocida también soy yo

esa mujer suspendida y fea

con un rostro que sin ser mío no es ajeno.

Entender el mundo bien puede ser eso:

aceptar que soy esa a quien desconozco.

El dominio

Me asomo a la tarde, miro las nubes de soslayo,

desplazándose vistas y exaltadas sobre el pico de la montaña.

Se deslizan hacia el olvido de la mirada,

hacia el coro urdido por el silencio, o más allá.

En esta cárcel, mi condena,

la muerte está sentada al otro lado de la salida.

No me abandonará por ahora,

ella seguirá presa en mí, mientras afuera llueve

y el recordado azul del cielo se vuelve agua en los cristales.

La voz íntima

No sé a dónde dirigirme, ni a dónde encaminar mi desconcierto,

para encontrar respuesta a mi afán de existir.

Ensayo la ficción del advenimiento de la renuncia

y finjo escucharme a mí misma en lo que veo.

Tanto tiempo malgastado en pensar:

cuando la voz se apropia de la mente, es otra quien habla.

Cada día en otro tiempo

A Juana Rosa Pita

He venido a la tormenta,

al ruido espantoso de la estación del tren.

Aquí donde vivo nunca llegará el invierno

con sus hábitos curiosos,

ni tendré necesidad de poseer un hogar.

A veces salgo al muelle

y miro cómo rompe el alba sobre las olas,

cómo se funden color sobre color.

Demasiado pronto

el día abjura de su rumorosa vocación

y enmudece para hacerme hablar.

Desprecio el alarde festivo de la noche

y las ramas del roble

agitadas contra la tormenta.

Nada me obliga a la exclusión:

he vencido mi destierro.

La errancia y la proximidad

Para José Luís Rojas

El vuelo de las gallinas no es muy distinto

al vuelo de las horas;

a pesar de los intentos fallidos

nunca aceptan su limitada naturaleza.

La hora es la medida indistinta del día humano,

la gallina cobarde de la inmortalidad divina.

Lo más lejano ocurre con la gracia de lo imposible,

mientras el presente se deshace, fluye.

El tiempo no se mide, se interpreta:

así lo enseña la música.

Árbol sobre el mundo

Con el alma que me acompaña en el sendero

por sí sola más látigo que abrigo,

bajo el árbol huyo del sol.

Del tamaño real de lo que imita,

la sombra del árbol es una dádiva del cielo

para no tumbarme a llorar sobre la tierra desnuda.

El hogar, mis lágrimas

En el epílogo de mi historia

deseo volver al hogar,

a ese lugar poblado de mundos

donde los viajes son hacia adentro.

Oigo el sonido de las sombras

que sin alma me golpean

ofreciéndome consuelo en lo que ya se ha ido.

Injusto es mi deseo de vivir

pero de nada me sirve saberlo;

persisto y estoy sola

como una imagen huida del recuerdo.

El espejo que huye

En la orilla de las aguas inmemoriales,

junto al abandono de la contemplación,

mi tristeza se desliza hasta tocar lo puro,

lo inmaculado de esas aguas rebeldes

donde el reflejo de mi rostro me observa.

Estoy sola, contemplada por mí misma,

juzgada y condenada a existir ahora,

más triste que nunca en la certeza

de que me he negado el perdón.

Ignorada por lo que sé

La muerte me despoja del cuerpo.

En vida, L y su cuerpo son sinónimos;

en muerte, una cosa soy yo y otra mi cuerpo.

Dirán: “Éste es el cuerpo de L”,

como si el cuerpo, que una vez fui yo misma,

y no algo que me representaba o me pertenecía,

de repente careciera de importancia.

Cuando esto ocurra, ¿qué podré ofrecer?

la memoria de mi propia carne y con ella

la evocación de un alma arrastrándose a la nada.

Tan sólo a lo lejos

El día se niega a la renuncia, demasiado débil para aceptar morir.

¿Cuánto comprenderé antes de verlo fracasar en el calendario?

Tendría que preguntarle al mundo por mí misma, a este día

que aceptará responder por la naturaleza de mi tiempo;

pero no lo haré, le temo al puro aliento de la mortalidad.

Mañana es octubre y aunque insista

pasará tan sólo a lo lejos como yo misma pasaré por el mundo

decidida a no renunciar, todavía.

A través de las grietas de una realidad que ya no es probable,

habla un mundo en su voluntad sibilino;

lo escucho al tiempo que mi cuerpo se turba

con la inesperada presencia de la música.

Como ayer fue siempre

Separados, pero iguales,

los días avanzan hacía la terca evidencia del calendario,

hacia la diaria justificación de sus nombres.

Como ayer fue siempre;

la luna que venía de más allá,

la oscura evidencia de tu pelo,

tu voz donde el viento,

tu voz don del viento,

la arena contra tu rostro,

el frágil signo de la palabra

que soplaras hace tanto tiempo en mis labios.

Hoy vuelves a mi suerte,

vuelves a donde nunca estoy.

***

Selección de poemas del libro La Vocación Suspendida (Point de Lunettes, España, 2008)

Lauren Mendinueta nació en Barranquilla, Colombia, en 1977. Empezó a escribir en 1997 mientras trabajaba como bibliotecaria en una pequeña aldea de su país. Su segundo libro, Carta desde la aldea (La dádiva, 1998), ganó el Premio Nacional de Poesía Joven del Ministerio de Cultura, y el tercero, Inventario de ciudad, (Golem, 1999), apareció con un prólogo de Álvaro Mutis, lo que le supuso reconocimiento nacional e internacional. En el 2000 su poemario Autobiografía ampliada recibió dos premios nacionales de poesía, y cuenta actualmente con dos ediciones, una en España (casatomada, 2006) y  otra en México (Salida de emergencia, 2006). Además de estos poemarios ha publicado la biografía Marie Curie, dos veces Nobel (Panamerican, 2005), más dos antologías de sus versos Donde se Escoge el pasado (La dádiva, 2005) y Poesía en sí Misma editada por la Universidad Externado de Colombia en el 2007. El año pasado ganó en España el Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos por su libro La Vocación suspendida (Point de Lunettes, España, 2008). Su nombre aparece en importantes antologías tanto en Europa como en América. Sus trabajos han sido traducidos al inglés, italiano, alemán, ruso y francés. Tiene dos hijos, Laura y José, Desde el 2005 está radicada en Europa.

En: Inventario