Río arriba, novela de Antonio Rojas Gómez

Río arriba es un certero artificio detectivesco, bien escrito, gracias a la larga carrera de Rojas como periodista y narrador dedicado al género negro, compuesto mediante un pulso seguro, una técnica de construcción diligente y un estilo directo, inmediato, clásico.

Por Camilo Marks, Revista de Libros, El Mercurio, Domingo 3 de agosto 2008.

Aunque el comisario Mauricio Mandiola, el cazanoticias Pepe Ortega y tal vez el mismo Antonio Rojas Gómez, autor del turbulento thriller Río arriba, sean partidarios de la pena de muerte -así se desprende de varios pasajes del libro-, ella jamás podrá ser reimplantada en Chile. En efecto, según tratados internacionales de los cuales nuestro país es signatario, en aquellas naciones donde se ha abolido o derogado se prohíbe para siempre su aplicación. Estas consideraciones jurídicas son pertinentes al criticar la novena ficción de Rojas, puesto que el tema sale a la palestra muchas veces en el curso del argumento.

Como sea, Río… es un certero artificio detectivesco, bien escrito, gracias a la larga carrera de Rojas como periodista y narrador dedicado al género negro, compuesto mediante un pulso seguro, una técnica de construcción diligente y un estilo directo, inmediato, clásico. En determinadas oportunidades, la escritura de Rojas es demasiado hiperbólica, la adjetivación parece un tanto abultada o se le pasa la mano cuando quiere ser original; sin embargo, esos defectos se olvidan al constatar que el novelista, en apenas 160 páginas, ha concebido una compleja intriga que se resuelve de manera satisfactoria.

Basada, grosso modo, en un horrendo crimen que a mediados de los 80 conmocionó al país, Río… sigue las indagaciones en busca del asesino de una hermosa muchacha, única descendiente de una familia extranjera acomodada, a quien Rojas llama Marie Dupont, aunque en la carta incriminatoria que conduce al culpable y es leída por su esposa ella figura como simplemente María. La causa culminó en primera instancia con la condena del único acusado, un hombre de negocios próspero e influyente, y significó el traslado del juez que instruyó el proceso. En la apelación, se nombró a una ministra en visita, quien concluyó absolviendo al imputado. En otras palabras, el delito quedó sin castigo al responsable ni explicación alguna, en primer lugar, para los parientes de la víctima y, en términos más amplios, para la sociedad chilena, cuya necesidad de conocer los hechos tal cual fueron se frustró, dejando en muy mal pie a nuestra administración de justicia.

Rojas se mueve con soltura en los distintos ambientes relacionados con la muerte de Marie cerca del Mapocho, en el sector de Lo Barnechea. El diario en el que se desempeña Pepe Ortega, las oficinas de la Brigada de Homicidios, el suntuoso domicilio de Ricardo y Rocío son el contrapunto a la población paupérrima, adyacente a las casas de los ricos, quienes se proveen de servicios para sus hogares con personas de ese miserable entorno. En el nivel inferior de la escala social se encuentran los parroquianos del «Richard’s», negocio de juegos perteneciente a un emprendedor vecino de la localidad. En ese medio hay niños drogados que van a procurarse placer observando a las parejas que hacen el amor en el interior de sus autos, en un solitario paraje. Uno de ellos se ahorca por causa de los remordimientos que habría sentido al ultimar a Marie. Al poco rato se descubre que fue eliminado por agentes deseosos de terminar luego la pesquisa. ¿Suena esto a algo conocido? Por desgracia sí, ya que la tragedia de la chica con ancestros europeos e inclinaciones estéticas no fue la única oportunidad en que se usó este monstruoso procedimiento.

En forma sincopada y nerviosa, Rojas proporciona algunos antecedentes biográficos de los personajes: Pepe Ortega ha cumplido 60 años en calidad de reportero y quiere retirarse en compañía de Oriana; a Mandiola, a cargo de las pistas, le han detectado cáncer a la próstata, su matrimonio desfallece y su hija está alejada de él; Rocío, por su parte, cree poseer pruebas de la infidelidad de Ricardo, pero hay algo peor, ominoso, cuando sospecha de él como autor del atentado contra Marie.

El telón de fondo de Río… es, quizá, el máximo acierto del texto: la sorda rivalidad entre Carabineros e Investigaciones, o sea, entre la policía civil y uniformada. Como esta fue una de las primeras oportunidades en que el departamento OS-7 (Orden y Seguridad) se lució, burlándose de sus pares cuando identificó al hechor, el expediente caratulado con el nombre de la bella artista también pasó a tener ribetes históricos en la judicatura nacional. Por cierto, los antagonismos entre ambas ramas que asisten en los sumarios penales, fueron, en gran parte, causantes de que la averiguación fidedigna de la verdad nunca pudiera llegar a buen fin.

Río… es, en buena medida, lo que los angloamericanos denominan pulp, es decir, una crónica intensa de acontecimientos de sangre, con sexo, emociones fuertes, ingredientes sensacionales. Así y todo, cualquier prosista criollo desearía para sí las dotes de Rojas, que atrapan y comprometen nuestra atención.

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Río Arriba, de Antonio Rojas Gómez

Mosquito Comunicaciones, Santiago, 160 páginas, $3.500.