Tras los pasos de un aventurero

Por Raúl Brasca

El capitán británico Richard Francis Burton nació en Torquay, Devon, en 1821. Soldado, médico, espía, viajero incansable, explorador, políglota, diplomático, autor de varias decenas de libros, traductor de otros muchos, inspiró esta novela de Ilija Trojanow.

El coleccionista de mundos, como advierte el autor, sigue la biografía de los años jóvenes de Burton, algunas veces con precisión y, otras, aceptando los dictados de la imaginación y la necesidad narrativa.

El Burton de Trojanow es un personaje contradictorio, un marginal entre los ingleses que, sin embargo, no puede prescindir del aura prestigiosa que le da esa conflictiva pertenencia. Posee un notable don de lenguas que le permite dominar casi treinta idiomas, y se mimetiza de tal forma que, frecuentemente, logra pasar por oriundo de los lugares donde se encuentra. Su disfraz llega a engañar a los propios soldados británicos que lo arrestan. Tanta es su curiosidad y su proximidad con las culturas que lo acogen, que sus compañeros de armas dudan de su lealtad y la sociedad colonial termina por rechazarlo. Va con frecuencia a los lugares de diversión de los nativos, prostíbulos corrientes y otros donde se ofrecen hombres jóvenes. Incluso se hace circuncidar. Pero él tiene muy claro para quién trabaja: es un espía. Y si en las cartas que envía a sus superiores aconseja métodos inaceptables para «ordenar» la colonia, también es capaz de perjudicar seriamente su carrera militar por negarse a desenmascarar a sus informantes locales. Claro que nunca se sabrá si es por lealtad a ellos o por lealtad a sí mismo. Obcecado, arbitrario, provocador, imprevisible, el Burton que presenta Trojanow, es un misterio sin develar, construido minuciosamente a lo largo de casi 400 páginas.

Son muchos los aciertos de esta obra, de los que no es el menor la estrategia narrativa. Desde el principio Trojanow renuncia a ofrecerle al lector una intriga, un nudo a resolver. En cambio, lo cautiva interesándolo en un mundo fascinante que cuenta muchas veces con un lenguaje metafórico, al estilo de los textos orientales. Crea así un clima, una atmósfera verosímil que traslada a quien lee al lugar y la época de los hechos. Contribuye a ello el uso de frases en las lenguas locales, cuya traducción brinda en un glosario final. Sin embargo, no desatiende la tensión narrativa: habrá a lo largo del texto muchos episodios vibrantes que exigirán desenlace.

La obra se divide en tres partes. La primera transcurre en la India, la segunda en Arabia y la tercera en África. Cada parte está constituida por bloques breves que, alternadamente, dejan oír la voz de un narrador omnisciente y los de uno o varios personajes. También se incluyen cartas. Esta pluralidad de puntos de vista (y el no narrar nunca desde la interioridad) representa un poderoso recurso del que se vale Trojanow para lograr la ambigüedad de su personaje y sostener el misterio. En la India es Naukaram, fiel sirviente de Sahib Burton, el encargado de revelar humores y excentricidades de su señor. En Arabia, los interrogatorios a diversos testigos dan la versión local de la impostura de Burton quien, disfrazado de médico persa, ha emprendido el haj y pisado, sacrílegamente, los lugares sagrados de Medina y La Meca. En África, es Sidi Mubarak Bombay, ex esclavo que sirve de guía a bwana Burton, el comentador local de la increíble aventura que, tras la fuente del Nilo, obliga a los expedicionarios a esfuerzos sobrehumanos. Tanto Naukaram como Bombay son personajes memorables.

Sobre las últimas páginas, Trojanow cuenta los últimos días de Burton cuando recibe, en dudoso estado de conciencia, la extremaunción de manos de un sacerdote católico. Es el fervor religioso de su esposa el que le hace cumplir este último acto.

El coleccionista de mundos no agota las increíbles aventuras del Burton real, quien estuvo en América del Sur en la época de la Guerra del Paraguay. Sus cartas y apuntes abundan en cáusticos comentarios sobre la sociedad de Buenos Aires. Admiraba a Sarmiento, quien le dedicó un ejemplar de Facundo: «Al Capitán Burton, viajero en camino. D. F. Sarmiento, viajero en reposo». Borges también se interesó en su figura y en su traducción de Las mil y una noches.

Burton murió en 1890. De los manuscritos que dejó, su esposa quemó más de una docena por considerarlos inmorales. Ella se ocupó también de redactar una biografía expurgada que lo muestra libre de pecados. Esta muy buena novela de Trojanow corrige esa aspiración puritana.

El coleccionista de mundos

Por Ilija Trojanow

Tusquets/Trad.: Pilar Blanco/397 páginas

En: ADN Cultura