Por Cristian Geisse Navarro*

Hay pocas obras tan marcadas por el desasosiego y la experimentación como la de Alfonso Alcalde (1921-1992). En ella encontramos cuentos, microcuentos, novelas, epopeyas, sonetos, salmos, vanguardistas experimentaciones poéticas y obras teatrales de 24 horas.

También un inmenso tesoro de textos inéditos por descubrir. Pero además, cada día es más difícil encontrar obras tan profundamente identificadas con nuestras culturas populares. Carnavalización, realismo grotesco, miserabilismo, surrealismo popular, son motes que al vuelo podrían servir para definir su inclasificable producción literaria.

Sus relatos, por ejemplo, se conectan con una tradición que uno podría decir parte en Baldomero Lillo, continúa con Manuel Rojas, González Vera, Nicomedes Guzmán, Droguett y otros autores que realizaron comprometidos retratos de los sectores más desposeídos de nuestro país. Aunque posiblemente ninguno de ellos haya incorporado con tanta eficacia y vitalidad el humor que vive y brota de estos grupos humanos. Alone, algo escandalizado con sus libertades estilísticas, sus acercamientos a temas sexuales, suspicaz ante esta incorporación del humor en los cuentos de El Auriga Tristan Cardenilla (1967), advierte: “¿A qué se debe esta intermitente relajación en escritor tan sin duda bien dotado y capaz de excelencias? Tememos que al ambiente de las radios frecuentado por Alfonso Alcalde y a su humorismo truculento y orientado hacia la hez. Muy difícil respirar esa atmósfera sin contagiarse un poco. La gravitación del bajo auditorio, que envilece a las audiciones populares, se transmite a los libretistas de más categoría y va poco a poco bombardeándolos, cargando el acento de la grosería, de los detalles puercos y la broma obscena”. Era precisamente ese “bajo auditorio” y esos envilecidos auditores populares, la verdadera fascinación de Alcalde: “Soy uno de ellos, puedo estar en cualquier parte como en mi casa, con cualquiera de ellos, que son los más marginados de todos los marginados”. Ya en 1973, seis años después, respondería indirectamente a este tipo de críticas en las palabras de presentación de Las Aventuras de el Salustio y el Trúbico, uno de los libros más hilarantes de nuestra literatura: “Se trata –dice- de movilizar esta fortuna del humor que nos cayó en gracia para la desdicha de los tontos graves y los huevones a la vela”.

Es así como toda la obra de este autor se desvive en hacer patente la cosmovisión de nuestras culturas populares, aunque  sin mensajes políticos, sin denuncia, “sin compromisos facilones”, en el decir de Gonzalo Rojas. Sin embargo, Alcalde se condenó de esta forma a un localismo extremo que impidió la internacionalización de sus textos: “Como en mis obras trabajo elementos regionales, de pueblos mineros y pescadores por ejemplo, el lector extranjero se acerca con gran dificultad a nuestro contexto. La incorporación de mis obras en un plano internacional no es posible”.

El cruce de lo culto y lo popular entonces fue problemático en este escritor, muestra de lo cual es una extraordinaria epopeya “de características tradicionales, sin principio ni fin” sobre la región del Bío bío, que escribiera utilizando un marco estructural derivado de las propuestas de Neruda y de Rokha. Las incursiones de estos dos poetas en la “épica social” monumentalizaba a los pobres de nuestro territorio, sirviendo de base para las experimentaciones formales y temáticas de Alcalde. Por supuesto El Panorama ante nosotros (1969) es muchísimo más que eso. Irregular como casi todo texto de la extensión del Panorama, en sus versos se encuentran contenidos más de 20 años de experimentaciones poéticas que pasan por la creación de sonetos, poemas vanguardistas, coqueteos con la antipoesía e imitaciones carnavalescas de tradiciones clásicas en los que se aprecia también toda una galería de personajes populares cuyas voces y retratos atraviesan un descomunal friso, formando parte de uno de los más extraños experimentos poéticos de los que se tenga noticia en nuestro país y que en su momento hizo pensar a Ángel Rama y a Carlos Droguett que Alcalde era “la nueva voz genial de la poesía chilena”. El panorama ante nosotros es, en todo caso, en gran medida un proyecto  no finalizado que –de acuerdo a las declaraciones de su autor- terminaría dando cabida a toda su producción literaria. A él iban a agregarse cuentos, poemas, ensayos, obras de teatro, convirtiéndose en un modelo para armar que –si se quiere- todavía se encuentra en construcción, pues los libros que Alcalde tenía destinado para incorporarlos a él aún pueden hallarse en sus archivos personales.

Esta desmesura al momento de elaborar sus obras es sin duda una de las causantes de que Alcalde experimentara constantes frustraciones al ver sus planes desmoronarse después de años de trabajo. Droguett así lo  piensa “En mi opinión, y lo digo con humildad porque conozco su carácter, Alfonso Alcalde no es poeta, ni cuentista, ni novelista, ni pintor, ni hombre de teatro, ni hombre de ópera, es todo eso, pero siempre se sale de madre. Es una fuerza de la naturaleza y en eso estriba su mayor defecto, ya que la naturaleza no conoce la conveniente y aconsejable autocrítica”. Muestra de aquello es su proyecto teatral La Consagración de la pobreza destinado inicialmente a durar 24 horas, y que Andrés Pérez terminó montando recién en 1995, a tres años de la muerte del autor. La precariedad de las condiciones en las que se preparó la obra, así como las dificultades para obtener una audiencia que aguantara su extensión (que tuvo que reducirse a cuatro horas), lograron que pasara absolutamente desapercibida.

Uno diría que pasar inadvertido es el sino de este asombroso autor nacional, aunque sabemos que no es así.

Si bien nunca tuvo mucha importancia fuera de nuestro país, la obra de Alcalde ha sido y sigue siendo conocida y admirada por muchos en Chile. Neruda, De Rokha, Gonzalo Rojas, Carlos Droguett, José Donoso, Ignacio Valente, Filebo y otros destacaron sus logros. Y actualmente lo vemos convertido en una especie de autor de culto, ya sea por la calidad de sus delirantes propuestas, como por su vida novelesca, tan exagerada como su obra. Su biografía incluye viajes como linyera por gran parte de Chile, Argentina, Bolivia y Brasil; la quema de toda la tirada de su primer libro, auspiciado y prologado por Neruda; cinco matrimonios; una alucinante lista de oficios de poca monta; un nuevo vagabundeo por parte de Sudamérica, Europa y el Medio Oriente en las difíciles condiciones del exilio; la vuelta a Chile por allá por 1982, buscando nuevamente el contacto con los sectores populares chilenos; y –desafortunadamente- una muerte  en condiciones dramáticas. Hace 16 años ya, el 5 de Mayo de 1992, Alcalde decidió acabar con su vida en Tomé, a la avanzada edad de 71 años, acorralado por la precariedad y la ceguera.            

Hoy por hoy, sin embargo, su obra sigue viva y por fortuna continuamente vemos aparecer adaptaciones teatrales de sus cuentos, reediciones de sus obras y la aparición de nuevos lectores que vuelven a apreciar “el absurdo tesoro de la miseria” que trasunta de sus textos.

*Cristian Geisse Navarro es Licenciado en Letras por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Magíster en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y ejecutor responsable de un proyecto del Fondo del Libro del año 2006 mediante el cual se reeditó parte importante de la obra de Alfonso Alcalde.

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