Por Günther Guzmán Tacla
«El libro Doce Cantos Sobre Chile, es el estudio, transcripción y notas (para facilitar su lectura y comprensión) de un poema épico escrito en Chile en los albores de la colonia, centrando su relato en el desastre de Curalaba y sus consecuencias para los conquistadores españoles que desesperadamente buscan sobrevivir y mantenerse a pesar del asedio constante de los indígenas.

Después el relato da un giro para centrarse en la expedición corsaria de Simón de Cordes, es en esta parte donde termina abruptamente el poema.

Es un relato maravilloso y muy poco conocido de nuestra historia que vale la pena leer y disfrutar de su belleza.»

Eduardo Cebrián López  (1975) Autor del estudio, Licenciado en Historia y Licenciado en Educación por la Universidad de Chile, es Magíster en Historia del mundo Hispánico en el Consejo Superior de Educaciones Científicas (CSIC) de España y actualmente realiza su tesis doctoral en la Universidad de San Pablo CEU. El estudio fue publicado por la editorial Puerto de Palo.

Lo siguiente son las palabras con que fue presentado.

SOMBRAS Y ASOMBRO

Hace una semana recibí, repentinamente la invitación a realizar la presentación de un “libro sobre épica”, algo de “doce cantos”. Supuse que se trata de una selección de textos de diversos autores y luego de vacilar un momento, sólo un breve momento debo decir, decidí arriesgarme y aceptar la invitación. Fue así como llegó a mi poder un texto que extraordinario: Doce Cantos sobre Chile.

Transcribo, ahora, el texto leído durante esa presentación realizada el día 11 de diciembre en el Centro Patrimonial Recoleta Dominica.

Doce cantos sobre Chile: Un acercamiento emotivo

Una sorpresa, una inesperada sorpresa que me lleva a descubrir (y redescubrir) los cantos épicos que nacen a partir de la conquista de Chile. Vuelve pues La Araucana, en primer lugar, el Arauco Domado, el Cautiverio Feliz, libros citados, comentados, referidos, con suerte leídos a contrapelo, en nuestra ya lejana  pubertad, leídos junto con otras epopeyas de otras tierras, mares y  guerras. Ahí aparecen los héroes, la aventura, el valor, los grandes paradigmas que nos hablan de una vida sublime y grandiosa ganada a costa de sacrificio  y dolor. Ahí están los grandes personajes, reales o no, que han de convertirse en guía, en ejemplo de lo que es digno, de lo que es ser un humano. Pero eso no es todo, detrás también están los pueblos, los que nutren a los héroes y son nutridos por ellos, extraña simbiosis que da el verdadero sentido a estos textos. Así pues, hemos vivido a la sombra de estos relatos que pese al tiempo- nuestro tiempo- continúan hablándonos- cantándonos, sería más preciso- con su idioma alambicado y arcaico.

Sorpresa pues, sobrecogimiento, al descubrir estos Doce Cantos sobre Chile. Inesperadamente me encuentro con una historia increíble, digna de una novela de bibliófilos tan de moda en estos días. Un manuscrito olvidado, que es casi lo mismo que perdido, un autor desconocido, un final abrupto, todos elementos que no pueden dejar a nadie impasible. De inmediato queremos saber más,  de inmediato surge el asombro y esa palabra no es casual, pues tiene su origen en la idea de  asustarse de una sombra y los Doce Cantos son sin duda una sombra. Una sombra de un pasado que nos parece tan remoto, que nos habla de extraños albores, de orígenes y fundaciones. Pero aquí es necesario detenerse, estoy al borde de un lugar común. Una epopeya perdida, ignorada, no pudo ser el fundamento de nada, trescientos años de silencio  no pueden ser invocados para construir un discurso y aquí me asalta una paradoja, pese a su antigüedad los Doce Cantos son nuevos, recuperados  de su parcial anonimato, vuelven a la vida, dando inesperadas luces sobre  ese pasado que ha sido definido como nuestro origen.

 Así pues, nos encontramos con estos textos, Los Doce Cantos y otros,  a los que se les ha señalado como fundacionales; pero entonces, en su lectura, hay algo que me incomoda, me inquieta. Han sido escritos por los conquistadores para destacar sus propias hazañas, para informar a su mundo sobre sus triunfos y desventuras, para tallar su propia figura épica, para tratar de describir la increíble aventura que están viviendo en este “Nuevo Mundo”. Ellos viven el choque sin prever, ni imaginar las consecuencias, no buscan crear nuevas naciones o pueblos, sólo asentarse en esta tierra (sólo somos paisaje). El criollo no tiene voz, menos el mestizo, sólo se enfrentan aborígenes y conquistadores y ambos luchan por permanecer.  Entonces no se está fundando nada, será más adelante, cuando surja esta inquietud  en que la sombra  y el asombro de y por esta guerra se proyectará para tratar de entendernos.

La conquista, La Guerra de Arauco, los vaivenes de una colonia pobre y atrasada al borde del desastre, la precariedad de este lugar ignoto y la sorpresa- otra vez la sorpresa- de unos nativos que se niegan a dejarse avasallar, la resistencia y la derrota. Y es aquí donde aparece, a mi juicio, uno de los elementos notables de estos cantos, el reconocimiento de la justicia de esa resistencia,  de que el enemigo lucha por su tierra, que se es de la tierra y que ahí viene la fortaleza.  

oh!, varón, en quien fiamos

la universal salud menesterosa,

este bastón y el cargo te entregamos

de libertar la patria generosa;

por ti restauración cierta esperamos

o fortuna de todos venturosa,

que el presente nos deja satisfechos:

¡pasarás a mayores y altos hechos!

……….

Agora, pues, varones escogidos,

por elección del hado vitoriosos,

el tiempo es de mostrarnos atrevidos,

mis contrarios que están los enemigos perdidosos,

y que con escuadrones escogidos,

dejando los lugares montuosos,

salgamos arrojados a los llanos

en busca de los pérfidos tiranos.

Los indígenas son auténticos patriotas, comparados muchas veces con los romanos- hasta tienen un Senado-, no por eso dejan de ser bárbaros y sanguinarios, no dejan en última instancia de ser los incivilizados. No obstante tienen  voz, no obstante son humanos, aún más son una nación, bárbaros, pero un pueblo. En fin, el reconocimiento.

Otro elemento que me llama la atención es la presencia de un hecho generalmente ignorado o tenido muy poco en consideración que es la presencia del indio aliado, del sirviente indígena, el hecho que esta guerra no es sólo de españoles contra mapuches, sino también entre los propios indígenas, única manera de poder entender, creo, la conquista de América.

En fin, una épica, un canto a la Guerra de Arauco y sus miserias-aunque se las vista de gala, mi ojo moderno no puede dejar de percibir esa realidad- una lucha, el coraje y el temor de esos extraños hombres que siguen luchando en nuestra cabeza y de los que todos decimos descender. 

Eduardo Cebrián López, historiador, educador, magister en Historia del Mundo Hispánico, con estudios doctorales en Historia en la Universidad San Pablo CEU, diplomado en Estudios Avanzados en Historia de América, ha recuperado para nosotros un texto casi olvidado de la época colonial, un manuscrito muy especial, pues e trata de un poema épico anónimo, sobre la Guerra de Arauco prácticamente desconocido del cual sólo se han realizado dos ediciones impresas, una de 1888 por José Toribio Medina y otra de 1996. Realizando un trabajo exhaustivo y minucioso,  Eduardo, recupera este texto directamente del original conservado en la Biblioteca Nacional de España en Madrid. Se trata de un manuscrito, el que ha perdido la primera hoja y del cual se desconoce el nombre y el autor, aunque se le ha atribuido a Don Juan de Mendoza Monteagudo. En él se describe la Guerra de Arauco entre los años 1598 y  1600, desde el Desastre de Curalaba y la llegada de los piratas holandeses a Chiloé. Con una paciencia y rigor impresionantes, Eduardo no sólo transcribe el manuscrito, sino que rescata tanto las notas hechas al margen  como las correcciones hechas por su autor. Asimismo, incluye una enorme cuerpo de notas y referencias que nos permiten una mejor compresión del texto, logrando uno de los objetivos declarados en la Introducción que es la de “volver a encantar la gente con su pasado.”