
Por Miguel de Loyola
El proceso, publicado al año siguiente de la muerte del autor por su amigo Max Brod, tal vez sea la novela más importante de este autor de origen checoslovaco. La novela da cuenta de un extraño hecho, un empleado de banco es detenido la mañana de su cumpleaños, acusado de un delito desconocido.
Y a fin de no interrumpir su trabajo en el banco donde tiene un cargo de cierta importancia, es citado a comparecer a los tribunales los domingos.
Por las risas del auditorio del tribunal, el detenido, Josef K., advierte desde un comienzo la imposibilidad de convencer al funcionario judicial de su más absoluta inocencia. Durante su largo proceso, jamás conseguirá ver al juez. Así el narrador va poco a poco sumergiendo al lector en un relato de características absurdas y delirantes, pero gracias a la forma como van siendo presentadas, las cosas más inverosímiles pasan por verosímiles, como esas cesiones del jurado celebradas en casa de un carpintero, los supuestos libros de la Ley resultan ser novelas con ilustraciones deshonestas. Los mismos archivos del juzgado están en un granero. Josef K. jamás durante su proceso podrá ver una acusación escrita del delito supuesto por el cual se le acusa, a pesar de que su proceso avanza inexorablemente. Por medio de un tío termina poniéndose en contacto con un abogado para su defensa, y con quien sostendrá conversaciones de una esterilidad sorprendente.
Así, poco a poco, el protagonista va perdiendo resistencia física y mental, hasta terminar sin defensa ante su sentencia de muerte, dictaminada al año de su primera detención. La forma de ajusticiarlo raya en lo grotesco: dos caballeros de sombrero de copa y levita se presentan de noche en su casa y lo conducen a las afueras de la ciudad, donde lo desnudan, lo sientan en el suelo, y le clavan un cuchillo en la espalda. “como un perro” es lo último que alcanza a decirnos Josef K.
Sabemos que Kafka dejó expreso su deseo de quemar todos sus escritos a la hora de su muerte, pero Max Brod hizo lo contrario, contradiciendo la orden del muerto. Publicó así al año de la muerte de Kafka El Proceso., lo mismo haría con el resto de su obra para fortuna nuestra El proceso, obra a juicio del autor sin terminar, consigue la atención del lector a pesar de su incongruencia. Los diálogos con el abogado y con pintor Signorelli, son de una retórica convincente a pesar de las sandeces habladas. Pero al margen del plano lineal, la obra ofrece un sinnúmero de interpretaciones subyacentes, soterradas, entre las cuales me inclino por la idea del absurdo de la existencia como telón de fondo, y el cuestionamiento del aparato burocrático creado por las sociedades supuestamente civilizadas con el fin de controlarlo todo mediante el uso abusivo y excesivo de la razón. Particularmente los organismos judiciales generados por el estado con el fin de impartir la llamada Justicia. Una justicia que en definitiva no existe y se pierde en una burocracia desquiciante.
En este sentido, El proceso es una denuncia soterrada, precisamente, de la falta de justicia, y de la precariedad del hombre frente a tales organismos, sea este culpable o no de un delito.
En otro sentido, El proceso es una alegoría de la existencia misma, donde el ser no es más que un ser condenado a muerte desde el principio, a pesar de su inocencia. Nadie puede optar a la vida, sin embargo somos convocados a vivir para la muerte. Y el proceso de K., es también nuestro propio proceso, somos inocentes, pero debemos morir “igual que un perro”
Estas tesis que hay detrás, por cierto, están proyectadas en la novela con una ironía y un sarcasmo medido, aunque a ratos el autor pareciera estar riéndose a gritos de los diálogos que genera y de los mundos absurdos que construye., al punto que al lector le queda la impresión de que Kafka gozó mucho escribiendo sus obras, todas marcadas con elementos parecidos.
El cuento invita a reflexionar sobre el poder transformador de la lectura y la escritura. Baroja crea un juego literario…