Por Pedro Guillermo Jara

El árbol de los calzones

En el árbol cuelgan cientos de calzones: rojos, amarillos, celestes, rosados, negros, con encajes, bordados, cortos, largos. Nadie sabe cómo han ido a parar allí, pero cada cierto tiempo aparecen colgados en el árbol mecidos suavemente por la brisa de la mañana.

Las discusiones del matrimonio traspasaban las paredes. “Es que él era un hombre muy celoso”, recuerda una vecina, “siempre se escuchaban sus discusiones, gritos y llantos por toda la población”, rememora.

La mujer salía un par de días a la semana y esa situación molestaba al marido. Ella exigía sus derechos: “Me canso de las labores de la casa: lavar, planchar, hacer la comida, el aseo. Tengo derecho a salir”, decía, mientras se quitaba el exceso de rouge con un trocito de papel.

Para el hombre la situación era insoportable, de tal suerte que cuando su mujer regresaba al hogar con gran escándalo la desvestía y le sacaba los calzones y luego, meticulosamente, los olía en busca de pruebas, de la infidelidad, del olor ajeno. Pero los calzones emanaban el olor de ella. “¿Por qué tiene que ser todo tan aburrido y monótono?”, pensaba ella tendida sobre la cama mientras el hombre forcejeaba hasta quitarle la prenda de la discordia.

Antes de llegar a su casa la mujer se arrimaba al árbol, se sacaba su calzón, lo lanzaba al ramaje y luego se colocaba uno limpio.

Antes de dormir, satisfecha, suspiraba; él roncaba.

Con el tiempo el árbol de los calzones se transformó en un lugar de veneración para las mujeres del barrio. Cuando tenían problemas se quitaban el calzón, se colocaban de espalda al árbol, hacían la consulta y con los ojos cerrados lo lanzaban hacia él. Según donde quedase se podía interpretar su significado. Luego, antes de dormir, soñaban.

La huelga

Después de algunas semanas de diálogo con el gerente de la constructora, se anunció el paro total. El diálogo se había roto. No había más que conversar, “Es el colmo compañeros, no vamos a soportar el abuso, en esta construcción queríamos llegar muy alto”.

A la huelga habían adherido los sindicatos que reunía a contratistas, subcontratistas, obreros especializados. Los trabajadores organizaron ollas comunes, protestas, huelgas de hambre y marchas. Nada parecía hacer mella a la empresa. El gobierno, pusilánime y a favor de la economía de mercado, del capital y la inversión foránea, sacó a la calle sus fuerzas de seguridad y las detenciones se sucedían día a día. Nadie se responsabilizaba por la represión policíaca.

La empresa constructora realizó la última movida y se declaró en quiebra. Con sus abogados recuperó los contratos, las pólizas y los cheques de garantía. En suma, no había perdido un solo peso del capital invertido. Pero el gobierno echó mano a la última carta oculta bajo la manga: recurriendo a sus dones de hechicero y apoyado por sus servicios de comunicación el Ministro del Interior confundió las lengua de los trabajadores, quebró el movimiento sindical quienes, obviamente, no se comprendieron y los sindicatos, contratistas y subcontratistas decidieron partir cada uno por su lado.

La obra quedó a medio camino. De la Torre de Babel nunca más se supo, transformándose en un elefante blanco que sirve de guarida para vagabundos, soñadores y marginales del mundo.

Pedro Guillermo Jara

Realizó estudios de Literatura en la Universidad Austral de Chile.

Es fundador, editor, Director de la revista de bolsillo Caballo de Proa.

Ha publicado Historias de Alicia la uruguaya que llegó un día (autoedición, Valdivia, 1979); Para Murales (El Kultrún, Valdivia, 1988); Plaza de la República, (El Kultrún, Valdivia, 1990); Disparos sobre Valdivia (El Kultrún, Valdivia, 1997.

Otras publicaciones: De cómo vivimos con Jesse James en Chile Chico (Autoedición, Valdivia, 2002); Relatos in Blues & Otros Cuentos (Puerto Montt, 2002); Minimales, Tres obras de Teatro Breve, (Conarte, Valdivia, 2003); El Rollo de Chile Chico, (Conarte, Valdivia, 2004), Cuentos Tamaño Postal, (El Kultrún, Conarte, Valdivia, 2005); De Trámite Breve, (Edición Caballo de Proa, Valdivia, 2006).

 Antologado en: Brevísima Relación del Cuento Breve de Chile, de Juan Armando Epple, Ed. Lar, Santiago, 1989; Andar con Cuentos, Nueva Narrativa chilena, de Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic, Mosquito Editores, Santiago, 1992; Héroes Civiles & Santos Laicos, de Yanko González-Cangas, Barba de Palo Ediciones, Valdivia 1999; Cien Microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple, Cuarto Propio, Santiago, 2002; Al Sur de la Palabra, Letras de Chile (Mosquito Comunicaciones, Santiago, 2005).

 En 1998 obtiene la Beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. El 2003 la Pasantía para Escritores Profesionales del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, para terminar de escribir el libro-objeto El Rollo de Chile Chico y el 2006 obtiene el premio Crónicas Regionales por su libro Patagonia Blues, del  Consejo Nacional del Libro y la Lectura.