Por Juan Mihovilovich
“Lo que entonces sé es que haber soñado no es más que parte
de algo diferente, una especie de superposición, una zona otra…”
(Ahí, pero dónde, cómo. Julio Cortázar)
¿Dónde reside el límite que separa las dimensiones? ¿Cuál es la realidad? ¿Es que la realidad admite verdaderamente una separación tajante o mensurable? ¿No será que pretender objetivar el mundo sea una pretensión frágil y acomodaticia?
¿No habrá al interior de cada ser mundos que convergen, que se anidan en los traumas y obsesiones, en el devenir de la propia historia personal? ¿Y a partir de esa constatación el mundo sean todos los mundos que podamos imaginar?
Los cuentos de Max Valdés indagan por los resquicios del inconsciente, rasguñan esos límites supuestos que pretenden dividir la existencia entre lo estrictamente sensorio y los misterios insondables del alma humana. La historia, luego, es un pre-texto para evidenciar aquello que se oculta a la materia, pero que cada personaje es capaz de vislumbrar por algún recóndito intersticio de la memoria, del sueño, de la imaginación, de la fantasmagoría.
Así Espíritus de mi infancia, La puerta, Ni un rumor en la oscuridad, La Despedida, No es el túnel de Sábato, La profundidad de los objetos, Patios de la infancia, son una muestra palpable de que ciertas fuerzas misteriosas alojadas más allá de los objetos predeterminan conductas y caracteres, insinúan o simplemente advierten sobre los estropicios de la muerte próxima, de los recónditos espacios mentales que incuban las futura consolidación de los traumas o ensueños de la infancia.
O bien, esa paradoja de lo irreal inserto en el universo de las formas, se contrae para atraer al espíritu y trasladarlo hacia la vivencia de lo cotidiano como parte de la misma naturaleza humana. De ese modo, cuentos como El Escapulario, Acertijo Policial o Crímenes Imperfectos, nos resume esa paradoja aún cuando la destrucción material sea probablemente auténtica (Asilo de Desmemoriados cumple dolorosamente parte de esa premisa) o sea también fruto de una imaginación que desborda la narración. Luego, El Acertijo Policial es una ecuación: lo escrito por determinados autores del género predetermina lo posible y si lo escrito no existe, lo posible deja de ser tal como certeramente allí se elabora el axioma.
En esa perspectiva –como resaltan otras narraciones- lo posible se inocula en el pensamiento y éste hace que la realidad se vuelva imagen aterradora como ocurre en Ataúd I y II, o en una historia circular que estremece, tal el caso de Futuro Imperfecto.
La fuerza de los cuentos de Valdés reside –entre otros méritos innegables- en su capacidad de patentizar o sugerir realidades paralelas y aludir percepciones sicológicas agudas, aunque no están exentos de captar los conflictos y desencuentros sociales, históricos o de convivencia (Tres Volantines, El empleado del mes, el dramático y emotivo Rafita, o Una Fisura en el silencio).
Relatos, en suma, que confirman las interrogantes iniciales, que ahondan en la cambiante naturaleza formal, que -se reitera- insinúan y prefiguran el ámbito del misterio emotivo, mental o conductual de modo incisivo, con giros sorpresivos o desenlaces inesperados, pero siempre sugerentes y atractivos.
Juan Mihovilovich
-escritor-
(Curepto, julio del 2007)
NI UN RUMOR EN LA OSCURIDAD
Autor: Max Valdés
Cuentos. 60 páginas. Mosquito comunicaciones. 2007.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…