Publicado por Subway Ediciones, Piano Bar es el tercer libro de Cecilia Palma, poeta que viene desarrollando su trabajo desde los años ochenta, época donde le cupo una activa participación en la agenda cultural desarrollada desde la Sociedad de Escritores de Chile. Antes había publicado A pesar del azul y Asirme de tus hombros. Ha sido considerada en varias antologías.
El nombre del libro es certero, convoca una poesía que se percibe escrita al vaivén de la melodía de un piano de bar, llena de esos acordes cargados de melancolía que los solitarios suelen buscar en un sonido o en una copa entre las leves penumbras del bar preferido; en este caso, con piano, ya sea estando presente físicamente o en la imaginación. La poeta siempre divaga y presiente, hurga en lo que no es y en lo que pudo haber sido: «Sobreviviente/ te armo a la medida/ te quedas de una pieza/ y en ese minimalismo/ persisto/ mirando un descarriado tránsito». O estos otros versos: «Para no saberme devorada/ finjo por las mañanas/ una señal…». Ese tránsito y esa señal son la voz de alerta de la poeta, una tristeza que aflora; también la voz de la esperanza, que continúa viva.
El libro se divide en tres partes. En la primera consigna un epígrafe del poeta brasileño Carlos Dummond de Andrade, que en uno de sus versos dice: «ha llegado un momento/ en que la vida es una orden… una orden a secas». Cito esto porque, a mi entender, esta expresión refleja muy bien el sentido intrínseco del discurso de Palma: sobrevivir, sobrevivir en un mundo donde el vértigo de la cotidianidad nos arroja más soledades que compañías en los sentimientos, a pesar de que muchas veces estemos rodeados de familiares y amigos: «una soledad tardía me disimula»… «Las buenas noches/ no comulgan con el solo/ del deseo y la realidad», muchos versos contienen el sentido de estos ejemplos.
Otro tema es el amor y la ciudad, pero el amor expresado en una especie de sueños y desencuentros entre lo ideal y lo no consumado, entre lo pasajero y lo estable, entre lo erótico y lo espiritual: «A tu sombra ya pronto serás/ los pasos perdidos/ en el equilibrio del cristal/ Del amor hablas por última vez/ y pareciera que fuera tarde/ que tu confesión ya es parte/ de ese epitafio que cincelas a tu medida» (…) «no pude tocarte/ no pude alcanzar la penumbra de tu velador/ la lengua de esa pasión/ su desnuda lectura/ ese temblor perdido/ al despertar». Entre todos estos sentimientos, la ciudad aparece y desaparece, especialmente al caer la noche; se consume en lo despiadado de la batalla por la sobrevivencia. La poeta recorre con la mirada atenta las esquinas y nos entrega sus visiones: «El viento golpea su sopor/ en las torres santiaguinas./ Cada amanecer es una paradoja/ una búsqueda del mejor calzado/ y del mejor vestido» (…) «La humanidad vegeta entre el/ humo y el cemento». Mención aparte merece el poema Interferencias in situ, donde Palma recorre, a través del dialogo con la pequeña Francisca, las pesadumbres del mundo y las posibilidades de sobrevivir; un texto sincero y un balance, a la vez (quizá), de las vicisitudes de la poeta: «Esos niños que/ queriendo desaparecer/ la inexistencia/ juegan a comprender la guerra/ y me alegro Francisca que/ no estés ahora mismo escondida en/ algún barretín de seguridad/ sin esperar el mañana/ sometida a la disciplina táctica,/ sino que estés yendo/ y viniendo a mi ánimo». Un libro para ser leído desde la soledad y el desvarío de la ciudad, pero sin perder de vista el horizonte que nos anuncia la proximidad del alba.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…