La producción de papel y el lujo, ¿son factores que afectan la lectura de libros?

Por Cristian Cottet

1.- ¿Por qué los libros deben ser construidos en papel? La primera respuesta que se me ocurre tiene que ver con que el papel es uno de pocos inventos del ser humano que perdura más allá de cambios políticos, sociales y culturales. El papel ha sido, hasta hoy, con contenedor y resguardo de las más disímiles estrategias culturales en la medida que permite contener la palabra y con ella la descripción, pero además porque asegura perennidad.

No es vano el hecho que los principales instrumentos totémicos de las culturas gobernantes sean libros, como La Biblia, El Corán, El Manifiesto Comunista o las Cartas de Colón.

El vocablo papyrus, en latín, alude a la planta egipcia Cyperus papirus, de la familia de las Ciperáceas, cuyas hojas sirvieron como soporte de escritura a los egipcios, griegos y romanos entre el siglo 30 a C y el siglo 5 d C. En el año 105 d C. Ts’ai Lun, un empleado del emperador chino Ho Ti, fabricó por primera vez un papel a partir de una pasta vegetal construida en base a fibras de caña de bambú dando origen al papel que hoy conocemos. Conocedores de la relevancia de este invento, durante 500 años la técnica de la elaboración del papel perteneció a los chinos, quienes lo guardaban celosamente de amigos y enemigos.

El papel es un invento que desde sus orígenes esta tensado y determinado por condicionantes económicos, políticos y militares. La cultura, entendida como el intangible que nos permite diferenciarnos y dominar (aunque sea a medias) la naturaleza, encuentra en este producto una de sus más excelsos contenedores materiales, de ahí que su producción, distribución y uso sea determinante a la hora de evaluar las proyecciones de una cultura.

Cuando una sociedad es dependiente en el uso del papel, no puede sino entregar a terceros su propia independencia, debiendo desplegar mayúsculos esfuerzos para contrarrestar este desequilibrio. La editorial que dirijo hace un par de años inauguró la colección de cuentos y microcuentos “Una pequeña realidad”, construidos emulando un sobre, un contenedor cerrado (pero de fácil abertura) que al enfrentarlo impone al lector la tarea de volver el objeto hasta descubrir la forma de leerlo. Ese desconocido personaje, que opera como el intruso que se incorpora a un secreto, debe acercarse y buscar el interior. No es tarea complicada pero ayuda a potenciar el cariño por el objeto libro que se le propone. La portada originalmente estaba construida de cartulina kraft de 270 gramos, producto destinado a otros contenedores como cajas y carpetas (en el “ambiente gráfico” se le conoce como cartulina carpeta). Eso duró seis títulos ya que a mediados del año 2006 no pudimos continuar la colección con esa cartulina: la empresa productora decidió sacarla de circulación. Buscamos en distintas distribuidoras, pero nada. Ocurrió lo mismo con los papeles y cartulinas “Ecograf”, bello producto facturado principalmente de material reciclado incorporado al mercado a comienzos de los ’90 y que, de los seis tipos ofertados, quedaron sólo tres y de difícil obtención.

Resulta contradictorio, pero mientras destacamos hechos como ser uno los  principales productores de celulosa vegetal (el 90% de la producción se exporta), pasamos a la categoría de consumidores de papeles extranjeros, incluso algunos “re-envasados” en dos o tres intermediarios extranjeros. El objeto libro, así como la revista, la fotocopia y el diario son construidos con papel y éste, a su vez, se construye con materiales derivados de árboles, riqueza natural cuya transformación afecta a toda la comunidad que comparte territorio. Para conseguir una tonelada de pasta de papel es necesario talar 17 árboles, cada uno de los cuales tardaría en crecer 20 años. Los económicamente más productivos en la obtención de celulosa son el eucalipto y el pino.

El eucalipto es natural de Australia y se introduce en España recién a mediados del siglo XIX. Se trata de un árbol ecológicamente adaptado a su hábitat original por lo que resulta muy difícil que se sostenga por sí sólo fuera de ese hábitat. Sus raíces tienen tal avidez de agua que pueden secar fuentes, romper tuberías e impide el desarrollo vegetal al no reponer nutrientes y bloquear varios ciclos vitales del suelo, entre ellos el del nitrógeno. Quien haya observado una plantación de eucaliptos se habrá dado cuenta de que no hay matorrales, ni tampoco, salvo raras excepciones, otros árboles. Ello se debe a que sus hojas contienen agentes bacteriostáticos que eliminan toda posible competencia. El eucalipto no sólo desmineraliza el suelo en poco tiempo, sino que sus bosques están muertos: pocos animales pueden alimentarse de ellos, ni esconderse, ni hacer nidos. Agreguemos que las hojas del pino tardan en pudrirse de tres a cinco años, lo cual crea una capa en el suelo que impide que crezca la hierba y que haya la humedad indispensable. Además de eso, el pino empobrece y acidifica el suelo. Por consecuencia, la desertificación es una de las consecuencias más inmediatas y relevantes en la actual fabricación de papel.

Agreguemos que el proceso de blanquear los papeles que a diario empleamos se logra en base a la clorificación. Los llamados compuestos organoclorados se forman al reaccionar la pulpa de madera con el cloro. Este cóctel químico no existen en el medio de forma natural, es de invención humana y es de extensa persistencia en el tiempo ya que los seres vivos no disponen de medios para excretarlos, lo que aumentan su concentración al recorrer la cadena trófica. Elaborar mil kilos de papel blanco supone el consumo de 100.000 litros de agua y un 10 % altamente contaminado se vierte a los ríos. La industria papelera está entre las más contaminantes y su alta toxicidad es debido fundamentalmente al proceso de blanqueo con cloro. El envenenamiento de aguas de uso humano, como ríos, pozos, napas subterráneas, lagos y riberas de mar, por la evacuación de residuos químicos tóxicos de plantas elaboradoras de celulosa o “pasta de papel”, es otra consecuencia de la fabricación de papel.

 Deforestación, sequías, comunidades enteras que deben migrar por la toxicidad del agua, flora marina muerta… Estas pueden ser claves para entender por qué escritores como Isabel Allende y José Saramago han optado por solicitar a sus editores que sean editados con papel reciclado o certificados de no atentar contra los bosques naturales. ¿Es solución en Chile? Acá los papeles reciclados son mayoritariamente importados y por lo tanto de mayor costo. Los producidos en Chile has sido mayoritariamente sacado del mercado. Sobre todo si no existe norma que, a papeleras o importadores, obligue a priorizar por este tipo de papeles.

2.-

El lujo es un asunto delicado de tratar en tanto obliga a recurrir a los derechos que pueden o no tener cada sector de una sociedad. En este contexto la entrada más recurrida a su estudio se define por la importancia del respeto al uso de bienes que legalmente se han obtenido. Poseer un auto de treinta o cincuenta millones de pesos es un derecho si no ha sido obtenido por medios ilegales. Pero, ¿dónde comienza y termina la “legitimidad” y uso de la propiedad privada? La lógica que hoy nos gobierna dice que la legitimidad exclusiva del uso esta limitado sólo por el resguardo de la legalidad, pero ese resguardo refiere sólo a una sentencia individual y personal, desviando la atención de lo que puede entenderse como propiedad comunitaria, nacional o social. Un sillón fabricado con madera de pino cumple con la mayoría de las condiciones que puede hacerlo uno construido con alerce, ¿qué les diferencia? El lujo. Aquello que simplemente agrega un valor simbólico al producto, que incide, además, en el valor material y económico.

El lujo en su esencia es discriminador ya que no permite un acceso igualitario a todos los productos que el mercado y la legalidad permite. El lujo atenta contra la democracia cuando pre-define un artículo sólo para determinado sector social (minoritario por naturaleza). El lujo se sostiene sobre la premisa “yo tengo, ustedes no tienen” y el libro en Chile no esta ausente a la hora de esta básica reflexión. Las portadas en tapa dura, el uso de papel extra blanco en su interior y portada, la encuadernación cosida, los tirajes o importación de bajas cantidades, los formatos que se salen de estándar que se oferta (77 x 110 cm.), son soporte del lujo en el libro y elevan el valor de venta en tanto no existe una alternativa de lectura que facilite el acceso a otros sectores. Es también lujo en el libro la concentración de librerías en el sector oriente (dos o tres comunas) y la no accesibilidad material del “objeto libro” a toda la población. No pretendo hacer proselitismo de lectura, obligando a toda la población a leer los mismos libros. Lejos estoy de eso. Lo que espero poder explicar es que mientras estas condiciones de fabricación y distribución del libro, condiciones que se articulan en el lujo, ahí si estamos en presencia de una dictadura del mercado.

El libro de lujo, objeto que es predominante en nuestro estrecho mercado, es el que facilita la discriminación y, como respuesta, la piratería de libros. ¿Es la piratería de libros en Chile una respuesta al lujo y la segregación social? Ciertamente que sí y es por eso que es dable desmarañar las redes sociales que se ven afectadas, sea positiva o negativamente, por este “flagelo”.

Junto al Impuesto al Valor Agregado (IVA) que se aplica a los libros, la piratería de libros es un tema del cual, cada cierto tiempo, debemos participar los chilenos. Sea como espectadores, sea como participantes, la piratería de libros cuya comercialización se resuelve en las calles, convoca el repudio público de editores y de la Cámara Chilena del Libro. Ésta última incluso ha logrado concitar el apoyo de diversas instituciones del Estado para desplegar campañas y ofensivas de denuncia y encarcelamiento de piratas. Pero al puro estilo de Sir Francis Drake, aquellos que viven de esta actividad vuelven a aparecer en las veredas entre relojes importados, perfumes y discos tan piratas como los libros.

Pero, ¿por qué preguntamos si existe? Lo pirata está directamente relacionado con el bandidaje y por lo tanto con el accionar fuera de la ley, atenta al sostenimiento del lujo como paradigma de lectura. En este caso se trata de reproducir, en parte o totalmente, un libro sin autorización de quien posee los derechos económicos de propiedad. ¿Quiénes son los que reclaman y denuncian la piratería? Principalmente los editores y la agrupación gremial que los reúne: la Cámara Chilena del Libro. Si el libro, sea legítimo o pirata, es construido de papel, ¿por qué los papeleros, las empresas gráficas, los sindicatos de trabajadores gráficos o el público que consume este producto no reclama y se suma a las campañas de la Cámara del Libro? Sólo por una razón: no les conviene.

Piratear un libro ocupa casi la misma cantidad de tinta, de papel, de trabajadores y otros insumos que producir un libro legal en Chile. Al adquirir cada uno de estos productos los piratas pagan impuestos y al venderlos casi directamente el valor es menor. Gana el Estado por el impuesto recaudado en la venta de insumos, gana el importador de éstos y gana la empresa gráfica. Pero ninguno de estos actores se ven beneficiados por la importación de libros (que son preferentemente los pirateados). Dicho así, y estirando un poco el argumento, podríamos creer que estos mismos actores están siendo beneficiados indirectamente en el pirateo de libros. Entonces, ¿dónde comienza o termina la actividad pirata en lo referente a los libros en Chile? Si los límites están dados por la definición de “reproducir sin autorización una parte o todo un libro”, ¿cómo podemos calificar la actividad de fotocopiado en las bibliotecas universitarias? Así como es sabido que no existe biblioteca universitaria en Chile que cuente con ejemplares suficientes de libros para responder a los requerimientos que las cátedras demandan, también es sabido que todo estudiante universitario que se precie de tal ha debido recurrir al sistema de fotocopias para responder a las necesidades académicas. Digámoslo con su nombre: esta forma de reproducción es también una estrategia de piratería, sostenida por el sistema educativo.

3.-

Claramente el libro como objeto cultural, esta muy lejos de vivir una crisis simple o de resolución administrativa. Y digo “el libro” ya que a la hora de evaluar “la lectura” las complicaciones son diferentes. El origen de su factura, como es la obtención de papel o los instrumentos de impresión, la distribución y el lujo, son algunos de los ejes desde donde puede comenzar un debate profundo y con miras a resolver el real dilema que debemos hacernos cargo: los rasgos y características de la nueva instalación social y cultural del libro.

Mientras no se frenen algunos vicios, como son el bajo tiraje o la precaria distribución, difícilmente podremos poner atajo a uno de las peores malformaciones que este instrumento cultural adolece: el lujo. Malformación que es consecuencia de muchas otras que se toman como centrales pero que, en verdad, resultas ser expresión de ésta.

Reconozcámoslo, el libro es hoy en Chile un artículo de lujo y es resultado de las bajas cantidades de impresión, de la relación que se mantiene con su principal artículo de fabricación, el papel, y de la escasa presencia de “puntos de venta o distribución”, cuestión que resulta ser tierra fértil a otros vicios, como es el pirateo.

No le pidamos a la población que no adquiera libros pirateados si ni siquiera tiene acceso a una librería y si la tiene (cosa muy extraña) simplemente no puede gastar en libros lo que en verdad no posee. La represión sobre aquellos que reimprimen libros sin cancelar derechos económicos, puede seguir su camino de proteger el beneficio de una ínfima minoría. Lo queramos o no, los piratas seguirán existiendo mientras sean necesarios para el grueso de la población que está deseosa de leer. La historia al respecto debiera enseñarnos: no olvidemos que Francis Drake fue elevado a la categoría de Sir (caballero) por la mismísima reina Isabel (la protestante) el año 1581, cuestión que se ha transformado en el secreto peor guardado de la historia.